viernes, 29 de agosto de 2008

This is not Spain (salvo el estadio)

Mañana empieza la Vuelta a España. Hace 30 años que esta prueba no pasa por carreteras vascas, porque hay gente dispuesta a reventar la carrera como ocurrió en 1978 (clavos, barricadas, creo que hasta una pequeña bomba). Consideran que esto no es España y que el paso de la Vuelta sería algo así como una chulería del invasor.

Mañana también empieza la Liga española de fútbol. Los independentistas que estarían dispuestos a reventar el paso de la Vuelta no pondrán ninguna pega. No sólo eso: muchos de ellos acudirán a los estadios, pagarán cientos de euros para acudir cada quince días, financiarán así la Liga española, vivirán pendientes de ella, se alegrarán o se amargarán por los resultados de cada domingo.

O sea que fútbol español sí, y con ganas, pero ciclismo no.

Mira, querido independentista antiVuelta, no hace falta ni que discutamos. This is not Spain? Fenomenal, no tengo ningún interés en llevarte la contraria. La verdad: me importa un pimiento que esto sea España o que no lo sea. Me importa un pimiento que esto sea España o Euskadi o Euskal Herria o que adoptemos a los 11.000 tuvaluanos a punto de ahogarse, que a cambio nos quedemos con su estatus de estado independiente y nos convirtamos en la República Cantábrica de Tuvalu, con silla en la ONU y selecciones propias. Este asunto es la preocupación número 158 en mi vida, me gustaría concentrarme en ella cuando resuelva las 157 anteriores.

Así que venga: this is not Spain. Perfecto. Pero hazme un favor: dejemos que venga la Vuelta a España, y cuando venga tú dices que la Vuelta a España visita el extranjero y ya está (igual que otros años visita Andorra, Portugal, Francia, incluso dicen que saldrá de Holanda). Tú sacas ikurriñas de cinco metros a las cunetas, que se vean bien en la tele, y haces pintadas en la carretera, enormes, abundantes, para que todo el mundo sepa que this is not Spain, si a mí me da igual, si yo sólo quiero ver a Contador dando hachazos en Jaizkibel o en Urkiola. Igual que tú ves los remates de David Villa.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Kegintza

La foto es de F.J.Bienzobas y la publica El Diario Vasco.

Nuestra ciudad bulle con debates de amplio calado humano. Uno de los asuntos que más inquieta a la ciudadanía, además de una pasarela y de un club de fútbol intervenido por los jueces, es el famoso ciclista que pedalea en pelotas por Donosti (no es un nudista radical: lleva zapatillas). La peculiar y frecuente estampa ha encendido un debate político en el que se discute en qué consiste el "ánimo exhibicionista de los genitales" (sic).

Mirad bien la foto y veréis un detalle curioso. Sí, aparece un señor sin teléfono móvil. Pero no me refiero a eso, sino a la palabra cortada arriba a la izquierda. Como buen donostiarra que opta a sorteos de viviendas públicas, sé cuál es la palabra entera, pero en la imagen yo sólo veo una "x" cortada por la mitad y luego "egintza". En realidad leo kegintza. Si aceptáramos el neologismo, en euskera kegintza significaría... fabricación de humo. Pues eso.

PD1: Tengo el recorte en alguna carpeta del trastero. Hace unos años, el alcalde de Getxo quiso prohibir el nudismo que se practicaba en una zona de la playa. La asociación nudista respondió que no dudaría en "movilizar a todos sus miembros". Uf.

PD2: "En Euskadi se da una mezcla muy curiosa de un lugar problemático y, al mismo tiempo, un lugar decadente donde la gente discute si las pochas hay que comerlas con perdiz o con almejas. Es un lugar casi romano en ese sentido, de la mejor época de Augusto". Bernardo Atxaga, en una entrevista.

PD3: Acaba de aparecer una foca en la bahía de La Concha. A pesar de los bigotes, va notoriamente desnuda.

martes, 26 de agosto de 2008

(T)errores arbitrales

La foto es de AFP.

Al taekwondista cubano Matos lo han suspendido de por vida por este intercambio de opiniones con el árbitro. Me parece una decisión correcta, porque el pobre árbitro podía haberse quedado para sorber purés con pajita el resto de sus días. Eso sí, reconozco que Matos practica una violencia muy elegante: veo la patada y me dan ganas de puntuársela.

La escena me hace pensar en la variedad de riesgos que sufren los jueces olímpicos. Imagino al árbitro de boxeo, con las carnes tiernas a base de crochets y uppercuts. O al juez de tiro con arco, que acaba de sancionar a un arquero y ve cómo el tío va poniendo morros de leopardo mientras le apunta con la flecha al entrecejo. O al de tiro con carabina, al que le tiemblan las piernas cada vez que emite una advertencia a los competidores. Ostras, que van todos armados...

Quizá me atrevería a ser árbitro de ping pong: podrían tirarme la pala a la cabeza, pero confiaría en que los perdedores se desahogaran con un inofensivo pelotazo. Si fuera juez de trampolín, cada vez que diera una puntuación baja me acordaría de los piratas que pasan por la plancha a sus víctimas. Me asustaría otorgar un simple ocho a las gimnastas: la imaginación no me alcanza para todas las perrerías que podrían hacerme esas contorsionistas furiosas con sus mazas y sus cintas diabólicas. ¿Y una entrenadora rusa? Me aterran las entrenadoras rusas.

Entre todos mis terrores arbitrales, hay uno que se me aparece en forma de pesadillas: me veo levantando un banderín rojo para declarar nulo el último intento de un kazajo lanzador de jabalina Glups.

sábado, 23 de agosto de 2008

¡Gora Tuvalu, carajo!

Pues ya está. Tras el empacho de patrias, acabo de escoger la mía. Qué mejor patria que una a punto de desaparecer: Tuvalu. Repetid conmigo: ¡Tuvalu, Tuvalu, Tuvalu!

Tuvalu está formado por nueve pequeños atolones desperdigados por el océano Pacífico: es el cuarto país más pequeño del mundo (26 kilómetros cuadrados) y el segundo con menos habitantes (11.000), sólo por detrás del Vaticano. Mirad lo que muestra Google Maps al teclear Tuvalu: este país no es más que unas letras en el océano.


Sólo unas letras en el océano. Este dato es casi literal, porque la cota más alta de Tuvalu no supera los 5 metros de altitud y el aumento del nivel del mar amenaza con tragarse el país. Cien tuvaluanos ya han abandonado su tierra y existe un plan para evacuar a toda la población a la isla de Niue (perteneciente a Nueva Zelanda).

Mi primer recuerdo de Tuvalu es el del mayor acontecimiento de su historia reciente, un evento tan original que ningún otro país del mundo puede presumir de nada remotamente parecido: en 1999 la Unión Internacional de Telecomunicaciones concedió al país la extensión de internet ".tv". ¡Bingo! Las televisiones se peleaban por conseguir esa extensión para sus páginas web y al final una empresa estadounidense compró al Gobierno de Tuvalu los derechos de esa extensión para los siguientes 12 años a cambio de 50 millones de dólares.

Los tuvaluanos reciben ese dinero poco a poco: un millón de dólares cada tres meses, que no está nada mal para un país con la misma población que Azkoitia. Pero ¿qué ocurrirá si los tuvaluanos abandonan su patria? ¿Al menos quedarán vacas lecheras en el atolón-tolón? ¿Se dará al país por desaparecido? ¿Las televisiones tendrán que pagar los millones de dólares a los corales? ¿Qué pueden hacer estos minúsculos animalitos del filo Cnidaria y la clase Anthozoa con un millón de dólares? La verdad es que no llevan una existencia muy apasionante: los corales no tienen otra preocupación en esta vida que capturar un poco del calcio disuelto en el mar y fijarlo en sus tejidos. Quizá es que nunca se les ha dado una oportunidad, ni siquiera un cursillo. Tampoco han gozado de mucha capacidad adquisitiva. Quién sabe qué podrían hacer con millones de dólares.

La semana pasada hablé con Josema sobre Tuvalu y la extensión .tv de internet, una vez agotados los comentarios sobre Vanuatu (uno de los países con menos preocupaciones del mundo, al que incluso dedicamos una canción: "Vivo en Vanuatu / no me preocupa nada. / Pero si sube el mar / el volcán tendré que escalar"). Anteayer Josu me habló de Tuvalu, por un médico que había andado por allí y que le contó los planes para evacuar el país (evacuar un país entero: eso van a ser problemas de vientre, que diría Coll). Ayer Marc dejó un comentario en este blog en el que mencionaba Tuvalu. Tres tuvalus en una semana: la señal es muy clara para alguien que busca patria inofensiva y preferentemente en trance de disolución.

Por eso, iba a invitaros a que os subierais todos a la ola. Pero como en este caso la expresión resulta macabra, subámonos todos al atolón: ¡gora Tuvalu!

PD: Tuvalu participa por primera vez en los Juegos Olímpicos. En Pekín 2008 compiten -o han competido, no sé mucho de ellos- tres deportistas: la atleta Asenate Manoa, el atleta Okilai Tinilau y el levantador de pesas Logona Esau. Apellidos ideales para la celebración de triunfos: ¡Hemos ganau / la medalla, Tinilau!



La foto estaba aquí: Tuvalu: is the world watching?.

viernes, 22 de agosto de 2008

Paul Shirley quiere ser letón

El empacho de patrias, por un motivo u otro, sigue extendiéndose. Paul Shirley, jugador 412 de Estados Unidos, se pregunta por qué debe estar atado a su país.

Otras tres ruedas para Zoetemelk

En la Semana Grande donostiarra:

-¿Qué tal los fuegos de hoy?
-Bah. Artificiales.


La foto es de Sergio, que en su blog escribe historias familiares estupendas y algunas joyitas donostiarras como la que cuenta en "Indignación koxkera y reconciliación".

Decía que en agosto la blogosfera andaba un poco marchita, pero además del de Sergio quiero recomendaros otros dos blogs frescos muy frescos a los que no pierdo ojo:

Un quiosco de malaquita, de Mónica, aunque más bien deberíamos decir de Joana, porque la pequeña protagoniza la mayoría de los textos del blog de su madre. Las historias de Joana son fantásticas. Así, a botepronto: "Todo se estropea","Es mío" o "El matón y el pobre diablo".


Y por último, las anacrónicas electrónicas del gran Allendegui, el periodista navarro que escribe allende el océano y allende lo común. Brillante y muy divertido. Francis dice que le recuerda a Mrozek. Dos muestras: "La prueba de tu existencia" y -mi favorita- "La piel ecológica".


jueves, 21 de agosto de 2008

No todo el monte es orégano


Encontré un senderito que se abría paso por el mar de helechos y me metí por él. Pronto comprobé que la misma idea la habían tenido ya las vacas y las ovejas de los alrededores; tuve que caminar a saltitos para esquivar las abundantes, cremosas y aromáticas muestras de su paso. Así llegué a una conclusión: el ganado lo deja todo perdido.

lunes, 18 de agosto de 2008

Agrupémonos todos


Después de semana y pico, los Juegos Olímpicos producen ya un cierto empacho de patrias.

Así que esta mañana me he levantado con ganas de negar la gran metonimia olímpica (le puede pasar a cualquiera). O sea: niego que la selección española de baloncesto sea España. Niego que Nadal sea España, que Phelps sea Estados Unidos, que Liu Xiang, Hu Kai o Kai Zou sean China. Sin embargo, para establecer el medallero juntan a un gimnasta, tres ciclistas, dos regatistas, tres tenistas, un tirador de esgrima y dicen que eso es España y que España lleva tantas medallas. ¿Qué insinúan? ¿Que han ganado las medallas por ser españoles?

Antes que la nacionalidad existen docenas de razones mucho más determinantes para triunfar o fracasar en el deporte. Por eso, sería mucho más interesante establecer medalleros en función de esas razones.

Por ejemplo: yo agruparía las medallas obtenidas por...

a) aquéllos que se iniciaron en el deporte obligados por sus padres,
b) aquéllos que se iniciaron en el deporte contra la opinión de sus padres, y
c) aquéllos que se iniciaron en el deporte ante la indiferencia de sus padres.

Extraeríamos conclusiones mucho más interesantes que con la pobre clasificación por países.

Quienes crean en la influencia de los astros querrán saber si los deportistas aries obtienen más oros que los tauros o los sagicornios, si los piscis ganan en las pruebas de natación o si las géminis acumulan medallas en los dobles de tenis o en la natación sincronizada por parejas.

Y ya que estamos en Pekín, se podría establecer un medallero según el horóscopo chino. No me digáis que no sería mucho más emocionante ver en los tacos de salida de los 100 metros lisos a un cerdo, una rata, un dragón, dos búfalos, dos cabras y un mono. O a cuatro perros persiguiendo a cuatro gatos en un velódromo.

Las posibilidades son casi infinitas. Los espectadores podríamos escoger el criterio que más nos interese y toda la familia o la cuadrilla asistiría a las competiciones con pasión verdadera, porque los deportistas lucharían para defender la supremacía de nuestras opiniones y nuestros gustos. Pulse el botón rojo si desea clasificar a los deportistas según sus gustos en el desayuno. Y tenemos a la abuela, el padre y un hijo apoyando a una tenista que es más de magdalenas, y la madre y el primo del pueblo apoyando a la tenista que es más de chococrispis. Yo, desde luego, no apoyo con mucho entusiasmo a un piragüista con el que sólo comparto pasaporte; pero aplaudiría hasta romperme los metacarpos para animar a un piragüista que confiese su devoción por el pulpo a la gallega y que se juegue la medalla contra un piragüista amante de las acelgas con patatas.

Guapos contra feos, solteros contra casados, musulmanes contra mormones. Regatistas de izquierdas y de derechas. Ocho medallas para taekwondistas, futbolistas, halteras y lanzadores de peso que coleccionan sellos y sólo dos medallas para las remeras que practican el aeromodelismo.

Con un poco de orden estadístico (alguien que maneje un poco el acces lo tiene que hacer en un titá), al final de los Juegos podríamos obtener el perfil del atleta perfecto: un chino feo, obligado por sus padres, nacido en el año del mono, que prefiere merendar salado y no dulce, aficionado a la música rock tecnorrural, partidario de la energía nuclear, monógamo consecutivo y más de mostos que de tintos.

sábado, 16 de agosto de 2008

Islándicas

Snorri Sturluson, uno de los grandes poetas de la Islandia medieval, mantenía más de cien vacas y toros para producir terneros en cuyas pieles escribía sus famosas sagas.


La expresión islandesa para desear buena suerte incluye el sustantivo ballena y el verbo varar o encallar. Es decir: que una ballena quede varada en tu playa.

Crítica gastronómica de la Xenophobe's guide to the Icelanders sobre la costumbre islandesa de comer pescado seco: "Lo cuelgan hasta que se queda tan delgado como el papel y hasta que sabe como una alfombra vieja. Cuando las gaviotas pierden todo el interés por ese pescado, los islandeses empiezan a considerarlo listo para comer".

viernes, 15 de agosto de 2008

Crisis

Entre los trompeteos apocalípticos de la crisis, levanto el dedo un momentito para pedir turno y decir: que llevo una larga temporada como mileurista y vivo estupendamente.

Hala, ya está.

miércoles, 13 de agosto de 2008

"Ojalá nunca hubiera ganado el Tour"

La historia de Roger Walkowiak es relativamente conocida: carambola increíble para un ganador inesperado. Pero detrás de la anécdota se esconde una de las historias más crueles del Tour de Francia, que se extendió durante cuarenta años como una sombra para su protagonista y víctima.Es la historia de cómo un triunfo mayúsculo envenenó la vida de un ciclista humilde, a quien no parecían destinadas semejantes glorias.

En la foto, Walkowiak confirma en el espejo del hotel que lo que le acaban de vestir es el maillot amarillo.


Durante el Tour me pidieron que colgara en el blog la historia de Walkowiak. Llega con mucho retraso, pero aquí va.

“Ojalá nunca hubiera ganado el Tour”

Después de cuarenta años de silencio, Roger Walkowiak aceptó hablar de nuevo ante una cámara. En el salón de su casa, aquel anciano menudo repasaba anécdotas ciclistas, y la cámara recordaba, a pesar de las canas y las arrugas, aquella cara redonda de niño tímido -pelo ensortijado, orejas desplegadas y una sonrisa apenas esbozada-, aquella cara infantil que a mediados de los años cincuenta se asomó, asustada por una fama repentina, a todos los diarios, las revistas y los cines franceses. Tras un buen rato de charla y rodeos cautelosos, el periodista arrimó una pregunta a la llaga de Walkowiak: su Tour victorioso de 1956. “Nunca hablo de aquel Tour, ni siquiera con mi mujer”. En el silencio angustioso que siguió a esta declaración, la cámara se acercó al rostro de Walkowiak, que enrojecía por momentos. Le temblaron las mejillas, escondió la cara en la palma de su mano izquierda y rompió a llorar. “Nadie sabe cuánto sufrí”.


Cuarenta años antes, la misma cara de niño temeroso apareció en la televisión: en la octava etapa de aquel Tour, al desconocido Walkowiak le acababan de vestir su primer maillot amarillo y se le acercó la cámara. El ciclista, incómodo, escondió la mirada entre los radios de su bicicleta y asentía con la cabeza gacha a las preguntas. El periodista, impaciente porque Walkowiak apenas pronunciaba monosílabos, le recalcó la importancia del momento como quien regaña a un chaval: “Roger, eres líder del Tour de Francia. Miles de personas te están viendo y quieren saber qué sientes con el maillot amarillo puesto”. Walkowiak se llevó las manos a la cara y balbuceó unas palabras: “Es increíble, no puedo creerme lo que ha pasado, es increíble...”. De pronto, ante un sollozo incontenible, el periodista tuvo que dejar el micrófono para recibir el abrazo de Walkowiak, quien lloraba sin parar de repetir “es increíble, es increíble...”.

>Cómo ganó el Tour y cómo lo lamentó el resto de su vida, en tres páginas.

> El texto es un capítulo del libro Plomo en los bolsillos.

(Epílogo feliz, 52 años después. En el reciente Tour, la organización invitó al anciano Walkowiak al podio de la etapa de Montluçon. Allí vistió el maillot amarillo a Sastre, recibió el aplauso del público y se reconcilió con el Tour).

domingo, 10 de agosto de 2008

A Pekín hemos de ir

El viernes comenté que el logo olímpico tenía un aire a San Ferming. Me recordaba a algo y ya sé a qué:

Chorizos Pamplonica podría demandar por plagio al comité organizador de los Juegos Olímpicos de Pekín. Y luego podría compartir conmigo algunos de los millones de dólares de la compensación (al menos, unas cuantas toneladas de chorizo).

El gran Edu, de la Cholloteca, atrapó la idea al vuelo y propone este logo para una candidatura olímpico-sanferminera de Pamplona:


viernes, 8 de agosto de 2008

Pasar por el aro

Espero que todos los que dicen Beijing sean consecuentes y pronuncien London, Yerushaláyim, Praha, Warszawa, Maroc, Stockholm y Moskva.

(Consejo para ilustradores: añadan unos cuernos a los aros olímpicos y presenten el resultado al concurso de carteles de San Ferming).

jueves, 7 de agosto de 2008

Agoooosto

La blogosfera se agosta. Echamos de menos a Balazos, Caja número 8, Nomeacuerdo, Sintomático y tantos otros blogs ahora resecos.

También a mí me entra la galbana. Recuerdo a Peter y su texto sobre la pereza. Decía así:

La pereeee

Un texto tan perezoso que ni siquiera era suyo. Era, si no me equivoco, de La Codorniz.

A Peter sí que le echamos de menos. Pronto hará un año que nos dejó. Nos dejó; pero también nos dejó su blog. El mejor blog de todos. Un regalo. Y un buen plan para agosto: releerlo, releerlo, releerlo. Me encantaría que ese blog se convirtiera en libro.





Imágenes: mi gata caza al ratón. Pequeño homenaje a la pantera de Peter (1, 2, 3...)

viernes, 1 de agosto de 2008

Las raíces de una vida

Todos los días del año, con pocas excepciones, el carpintero destajista Juan Reguillaga Arruabarrena se echa a los bosques de Vizcaya y anda dos o tres horas. No camina a paso de montañero: abandona los senderos y va husmeando entre los árboles, los helechos y las zarzas, se agacha a menudo, escarba la tierra y patea tocones. “Son andares de zorro”, dice. Busca raíces muertas, la materia prima de su arte y de su vida.


(...)

Juan decidió dar vida a las raíces porque ellas le dieron la vida a él. Le dieron una segunda existencia: “Yo ahora tengo 13 años”, dice. Su primera vida empezó el 28 de febrero de 1948, cuando nació en el caserío Mendibil de Leaburu (Guipúzcoa), y terminó el 28 de octubre de 1993, cuando cayó al vacío desde lo alto de una escalera, en una obra de Gernika, y quedó en coma tres días. Cuando despertó y lo llevaron a casa, pensó que iba a permanecer atado para siempre a una silla de ruedas. “Estaba medio inválido. Tenía todo el costado y el brazo izquierdo hechos polvo, no los podía mover, no andaba, me arrastraba como podía. Y menuda situación: tenía cuatro hijos, acababa de montar un taller de carpintería, debía pagar el alquiler de la casa… Y yo no valía para hacer nada”.

Un día salió de su casa de Elorrio y entró, con el cuerpo encogido, medio a rastras, torcido de dolor, a un bosque cercano. Sólo pudo recorrer trescientos metros. Pero allí encontró una raíz muerta. La tocó, la movió y empezó a sentirse cada vez mejor. Volvió a casa caminando de pie. Y en ese momento, hace trece años, comenzó su segunda vida.

Juan asegura que a través de aquella raíz recibió la fuerza y la vida que le transmitían sus difuntos padres. Con 4 años perdió a su padre Esteban. Con 18, a su madre María Josefa. “Yo sabía que mis padres me iban a ayudar en aquel momento tan malo”, dice, “y descubrí que a través de las raíces puedo conseguir lo que más deseo. Yo echaba mucho de menos a mis padres, quería estar con ellos, y lo deseaba con tanta fuerza que un día me quedé mirando al sol y allí se me apareció el rostro de mi madre”.

Desde aquella aparición, suele arrodillarse a menudo para rezar mirando al sol. A veces se coloca una gran raíz a modo de máscara y mira a través de dos huecos. Entonces nota que el rostro se le transforma en rostro de gato o de tigre. Ha visto a sus padres otra media docena de veces, en algunas ocasiones al padre, en otras a la madre, siempre a las dos y media de la tarde, casi siempre mientras miraba fijamente al sol y alguna vez en el interior de su taller. “Es que en el taller he tenido dos intoxicaciones”, explica, “porque es un local muy pequeño y sin ventilación, y como trabajo con barnices y disolventes, un par de veces se me aparecieron mis padres y luego perdí el sentido. Con el disolvente suelo tener apariciones, sobre todo con el de la marca Valentine”.


El taller de Juan es digno de ver. Y él está encantado de recibir visitas. Se encuentra en la calle Bilbao número 15 de Bérriz, al pie de la carretera nacional, junto a un oportuno semáforo. En los festivos, cuando Juan pasa los días y las noches en el taller, coloca sus obras en la cuneta a la vista de los paseantes y los conductores que se detienen con la luz roja. A quien tenga interés, le mostrará las raíces con formas de animales (están a la venta), y a quien tenga mucho interés le explicará cómo en algunas raíces también ha descubierto los rostros de sus padres y la imagen de una Virgen y de un Cristo (éstas nos las vende, claro, aunque las ha regalado a “personas especiales”). También le enseñará el taller, un cubículo estrechísimo forrado de fotos y carteles, repleto de velas, estatuillas de santos y vírgenes, imágenes de soles, raíces desperdigadas por las esquinas –algunas barnizadas y brillantes, otras húmedas y terrosas-. El olor denso a madera y a disolvente, el silencio acorchado de la madriguera, la penumbra atravesada por los chorros de luz que se cuelan por los ventanucos, forman un ambiente propicio para las apariciones.

La mayoría de sus fotos -guarda miles- son imágenes del sol, de las nubes, de reflejos en los cristales. Juan tiene la vista muy entrenada para descifrar los brillos y descubrir rostros. Sabe que donde él ve la sombra de su padre, que le sigue pegado a los talones, los demás sólo vemos la sombra de una señal. No le importa mucho. Sabe que le acusan de loco, que le ignoran o que se ríen de él. Antes se enfadaba, pero cada vez menos. Porque a él le pasó lo que le pasó, un milagro, y eso no cambia aunque los demás no le crean. Y no se va a callar: tiene la misión de contarlo, de relatar las apariciones de sus padres, la magia de las raíces, el encadenamiento de milagros.

Por ejemplo: “Una de las veces en las que me intoxiqué y perdí el sentido, mi hijo vino por casualidad al taller y me salvó. Eso fue un milagro. Cuando se lo conté a Javi, el enterrador de Etxebarri, que es amigo mío, le impresionó mucho. Como vi que tenía fe, le regalé una raíz en forma de dinosaurio y un rosario que compré en la Colegiata de Cenarruza. Y por haberle hecho ese regalo, al día siguiente se me aparecieron a la vez mi padre y mi madre”. En el fondo, Juan llama milagro a la sucesión de actos de bondad y agradecimiento. Parece difícil despreciar esa idea.

(...)

Insiste en cargar con todas las piezas hasta mi coche, no deja que le ayude. “Juan, por favor, ya llevo yo alguna, que pesan un montón”. “Pesan un montón, ¿eh? Pues yo he cargado con raíces como éstas durante kilómetros y kilómetros por el bosque. Yo, que estaba medio inválido”. Comprendo que no debo ayudarle. Cuando deja sus obras de arte en el maletero, me estrecha la mano y las señala: “Si esto no es un milagro, yo tendría que ser un fuera de clase”.

* * *

>Estos párrafos son extractos de uno de los reportajes que publiqué el año pasado en El Diario Vasco y El Correo. Este reportaje sobre Juan Reguillaga (aquí tenéis la versión completa) formará parte, junto con otros 24 de la misma serie, de un libro que se publicará en noviembre.

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.