Comemos en la mesa de un parque de Port Augusta (Australia del Sur), cuando una abuela aborigen se acerca gritando: “Bienvenidos a mi país”. Subraya el posesivo. Es una señora rechoncha muy negra, de pelo rizado, con la nariz aplastada y ese vozarrón vitriólico tan característico de los aborígenes. Se viste con zapatillas deportivas, pantalón de chándal, jersey azul de lana y un pañuelo blanco en la cabeza. Le invitamos a comer salchichas y a cambio decide contarnos su historia. Se llama Joy Schmerl y habla inglés sin problemas, aunque su lengua materna es el luridja.
-Yo no nací en un hospital. Nací en el desierto de Simpson -despliega nuestro mapa del outback y pasea la mano por una enorme región vacía-. Mi madre murió y me criaron con leche de camella. Estudié en Oodnadatta, una aldea del desierto, después me adoptaron unos blancos de Adelaida y viví con ellos en la ciudad.
Su historia trae el recuerdo de la Generación Robada. Entre 1880 y 1960, las autoridades australianas secuestraron a cien mil niños aborígenes para educarlos a la europea. Los funcionarios llegaban a las aldeas del desierto, metían a los niños en camionetas y se los llevaban a la ciudad. Sin explicaciones. Muchos australianos blancos no consideraban humanos a los aborígenes: lo máximo que se podía hacer por los habitantes de esta raza miserable era “intentar incorporarlos al rango más bajo de la sociedad civilizada”, según uno de los promotores de los secuestros de niños. “Los aborígenes no tienen sentimientos como nosotros”, explicaba el inspector James Isell a sus agentes. “Hacen aspavientos, gritan y lloran cuando nos llevamos a los niños, pero enseguida se olvidan y siguen su vida normal”. A los niños les decían que sus padres habían muerto o que ya no los querían; luego utilizaban a las chicas para el servicio doméstico y a los chicos como mano de obra para el campo. Estas atrocidades no se hicieron públicas hasta 1997.
Joy Schmerl toma nuestra armónica y toca una canción. Le quiero sacar una foto, pero entonces deja de soplar y se gira para esconderse. Pido perdón, me da la mano y sigue tocando. Luego deja la armónica y canta canciones de misa, una tras otra. Cada vez que dice “Jesús”, mira al cielo y extiende las palmas.
-Soy católica -confiesa a media sonrisa-. Cuando le canto a Dios, mis pecados salen por la espalda y el diablo se va corriendo. Porque el Diablo siempre está por aquí, aunque no lo veamos. ¿Conocéis los Pokemon, esos muñecos para los niños? Son 150 muñecos y tienen todos los nombres del Diablo.
A partir de aquí nos habla en torrente, de Noé, de Abraham, de Moisés, del éxodo de los judíos. De pronto se calla, respira hondo y suelta una retahíla:
-Aser, Zabulón, Neftalí, Isacar, Manasés, Dan, Efraím, Benjamín, Gad, Rubén, Judá y Simeón -después de recitar las doce tribus de Israel, se queda en silencio y nos mira con una sonrisa de orgullo. Luego Joy remata su conclusión-. Quiero estudiar Teología.
A los postres, nos dedica varios consejos.
-Estoy muy contenta de haberos conocido, porque venís de lejos, de la tierra de Jesús y de la Biblia. Ahora somos amigos y debéis escucharme, porque yo conozco el desierto -se le aceleran los pulsos, habla en tono histérico, gesticula y a veces grita-. Por favor, no entréis al desierto... ¡Maldito desierto! ¡Es la tierra de los hombres muertos! Al menos comprad unas medias de señora para la furgoneta, os lo ruego. Comprad unas medias y proteged con ellas el filtro de aire, porque si no el polvo y la arena os lo cegarán, griparéis el motor, os quedaréis tirados en el desierto y moriréis. Os lo pido por el amor de Dios: quizá un ángel os esté hablando por mi boca -se gira para mirarme-, quizá es tu madre quien habla por mi boca y te avisa para que tengas cuidado.
En nuestro mapa del outback aparece el dibujo de un águila, aquila audax, y Joy la señala con el dedo:
-Es la reina del desierto, el símbolo de nuestro pueblo. Si morís en el desierto, os encontrarán porque verán que el águila vuela en círculos sobre vuestros cadáveres. Pero basta con que uno de vosotros sea cristiano, eso os salvará a todos.
Reza para que tengamos un buen viaje. Nos da sus señas para que le escribamos, nos abraza y al final me susurra al oído:
-Si quieres, puedes sacarme una foto con tus amigos.
-Yo no nací en un hospital. Nací en el desierto de Simpson -despliega nuestro mapa del outback y pasea la mano por una enorme región vacía-. Mi madre murió y me criaron con leche de camella. Estudié en Oodnadatta, una aldea del desierto, después me adoptaron unos blancos de Adelaida y viví con ellos en la ciudad.
Su historia trae el recuerdo de la Generación Robada. Entre 1880 y 1960, las autoridades australianas secuestraron a cien mil niños aborígenes para educarlos a la europea. Los funcionarios llegaban a las aldeas del desierto, metían a los niños en camionetas y se los llevaban a la ciudad. Sin explicaciones. Muchos australianos blancos no consideraban humanos a los aborígenes: lo máximo que se podía hacer por los habitantes de esta raza miserable era “intentar incorporarlos al rango más bajo de la sociedad civilizada”, según uno de los promotores de los secuestros de niños. “Los aborígenes no tienen sentimientos como nosotros”, explicaba el inspector James Isell a sus agentes. “Hacen aspavientos, gritan y lloran cuando nos llevamos a los niños, pero enseguida se olvidan y siguen su vida normal”. A los niños les decían que sus padres habían muerto o que ya no los querían; luego utilizaban a las chicas para el servicio doméstico y a los chicos como mano de obra para el campo. Estas atrocidades no se hicieron públicas hasta 1997.
Joy Schmerl toma nuestra armónica y toca una canción. Le quiero sacar una foto, pero entonces deja de soplar y se gira para esconderse. Pido perdón, me da la mano y sigue tocando. Luego deja la armónica y canta canciones de misa, una tras otra. Cada vez que dice “Jesús”, mira al cielo y extiende las palmas.
-Soy católica -confiesa a media sonrisa-. Cuando le canto a Dios, mis pecados salen por la espalda y el diablo se va corriendo. Porque el Diablo siempre está por aquí, aunque no lo veamos. ¿Conocéis los Pokemon, esos muñecos para los niños? Son 150 muñecos y tienen todos los nombres del Diablo.
A partir de aquí nos habla en torrente, de Noé, de Abraham, de Moisés, del éxodo de los judíos. De pronto se calla, respira hondo y suelta una retahíla:
-Aser, Zabulón, Neftalí, Isacar, Manasés, Dan, Efraím, Benjamín, Gad, Rubén, Judá y Simeón -después de recitar las doce tribus de Israel, se queda en silencio y nos mira con una sonrisa de orgullo. Luego Joy remata su conclusión-. Quiero estudiar Teología.
A los postres, nos dedica varios consejos.
-Estoy muy contenta de haberos conocido, porque venís de lejos, de la tierra de Jesús y de la Biblia. Ahora somos amigos y debéis escucharme, porque yo conozco el desierto -se le aceleran los pulsos, habla en tono histérico, gesticula y a veces grita-. Por favor, no entréis al desierto... ¡Maldito desierto! ¡Es la tierra de los hombres muertos! Al menos comprad unas medias de señora para la furgoneta, os lo ruego. Comprad unas medias y proteged con ellas el filtro de aire, porque si no el polvo y la arena os lo cegarán, griparéis el motor, os quedaréis tirados en el desierto y moriréis. Os lo pido por el amor de Dios: quizá un ángel os esté hablando por mi boca -se gira para mirarme-, quizá es tu madre quien habla por mi boca y te avisa para que tengas cuidado.
En nuestro mapa del outback aparece el dibujo de un águila, aquila audax, y Joy la señala con el dedo:
-Es la reina del desierto, el símbolo de nuestro pueblo. Si morís en el desierto, os encontrarán porque verán que el águila vuela en círculos sobre vuestros cadáveres. Pero basta con que uno de vosotros sea cristiano, eso os salvará a todos.
Reza para que tengamos un buen viaje. Nos da sus señas para que le escribamos, nos abraza y al final me susurra al oído:
-Si quieres, puedes sacarme una foto con tus amigos.
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El pasado 13 de febrero, el Gobierno australiano pidió perdón oficialmente a los aborígenes por las injusticias que se cometieron contra ellos en el pasado. En especial, a los aborígenes de la Generación Robada.
Se extiende esta costumbre de pedir perdón por las injusticias pasadas. La intención parece elogiable pero ¿puede pedir perdón el nieto en nombre del abuelo? ¿Y puede conceder el perdón el nieto de la víctima? ¿Qué derecho tiene el nieto de una víctima a hacer responsable de la injusticia al nieto del verdugo? Yo diría que ninguno.
Estos actos de petición de perdón histórico sólo son un poco de pirotecnia sentimental si no dan algunos pasos más: deben fijar la verdad completa de los hechos, deben reconocer el sufrimiento causado a las víctimas y deben reparar las injusticias que persistan hoy en día.
Hoy en día los aborígenes viven 17 años menos que el resto de los australianos. Padecen unas tasas disparadas de paro, alcoholismo, enfermedades, encarcelamiento, suicidios...
El Gobierno no atribuye ninguna culpa del genocidio aborigen a la generación actual de australianos. Con la petición de perdón pretende "reestablecer el respeto" y anuncia que después pondrá en marcha nuevos proyectos para paliar los gravísimos problemas de los aborígenes. Algunas asociaciones de aborígenes piden una indemnización de 594 millones de euros por las injusticias históricas. El Gobierno rechaza la petición pero se compromete a trabajar más para que mejoren los servicios sociales y la educación. Ahí se juegan el valor real de su petición de perdón.
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"La única manera de pedir perdón a las víctimas es hacer justicia". Son palabras de Hatidza Mehmedovic, presidenta de las Madres de Srebrenica, donde 8.200 varones fueron asesinados en julio de 1995.
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La única manera de pedir perdón a las víctimas es hacer justicia. Algún día los vascos tendremos que enfrentarnos a este asunto del perdón. Y no valdrá ningún perdón que no haga justicia con los asesinos de Isaías Carrasco.
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PD: recomiendo este texto de Eresfea. Bastan los hechos.
PD2: A mí no me salven.
13 comentarios:
De acuerdo. Y hoy, que ETA ha vuelto a matar, mucho más.
No sé, lo que dices de 'algún día los vascos tendremos que enfrentarnos que enfrentarnos a este asunto' me suena muy mal, en el mejor de los casos algo así como 'algún día tendría que dejar de fumar' (banal) o en el peor 'a ver si en el futuro (no parece que próximo) hacemos algo', o 'va a haber que hacer algo' o 'niños, como sigáis portándoos mal quizá tendremos que tomar medidas'.
Lo siento, pero es lo que me parece tu texto; espero que mi crítica sea constructiva.
Y muchos estamos un poco aburridos de que salgan este tipo de frases sólo cuando matan a alguien.
Perdón. Lo siento.
Se me revuelve la sangre con el asesinato de Isaías Carrasco. Hay justicias y justicias... Cuando atrapen al o a los asesinos y los encarcelen, ¿serán presos políticos o presos comunes? ¡Ay!
Hoy todos somos un poco esa Euskadi que no representan a los que matan. Esa euskadi de gente honesta y solidaria.
Un alicantino.
ARP, creo que me has entendido mal, porque creo que no me he expresado con claridad.
Lo que digo NO es que algún día deberemos enfrentarnos a este problema del terrorismo (eso, por desgracia, hace ya mucho que lo tenemos encima; y es cierto que en general no hemos dado una respuesta como para estar demasiado orgullosos). Yo no digo "a ver si un día de estos hacemos algo con esta historia del terrorismo". No pienses que soy tan frívolo o tan pasota.
Me refiero a una cosa más concreta: el perdón. Algún día tendremos que enfrentarnos a ese dificilísimo momento. Aún no ha llegado el final de la pesadilla, por eso hablo en futuro. Tendremos que afrontar el momento en que los culpables pidan perdón. A veces, en las mal llamadas treguas, se aceptaba con demasiada facilidad que los terroristas iban a salir de rositas si dejaban de matar. Si dejan de matar y se disuelven, habrá que dejarles salir de la cárcel. Esa idea iba calando. A mí me parece terrible. Y quería recalcar que el perdón no valdrá si no hay justicia.
Yo pensaba en el día en que manden a la cárcel a los asesinos de hoy. Y en la posibilidad de que dentro de unos años esta pesadilla se acabe y empiece a plantearse la posibilidad de que los asesinos de Isaías, entre otros, salgan a la calle. A eso es a lo que algún día deberemos enfrentarnos. Y ese día no se nos debe olvidar la justicia. Es decir: que los asesinos de Isaías cumplan su condena y que su familia destrozada cuente con todo el apoyo que se le pueda dar.
Espero que me hayas entendido mejor. Y no creas que "este tipo de frases" o estas reflexiones sólo aparecen cuando hay muertos, te lo aseguro. Un saludo.
He añadido dos palabras en la penúltima frase, para evitar equívocos. Ahora dice "algún día tendremos que enfrentarnos a este asunto DEL PERDÓN".
Arp, también creo que has entendido mal a Ander.
Lo ha dicho alto y claro: que el perdón no diluya la justicia; que nadie cobre el olvido a su cuenta.
Qué lejos. (Australia, el futuro, el perdón, la justicia, etc...)
P.D.: Ayer salimos un poco antes de trabajar. Desalojaron el edificio. Afortunadamente fue una falsa alarma. Pero uno ya no se espera más que lo peor. Había precedentes.
Ander, creo que con las dos palabras que añades queda mucho más claro todo.
Lo que escribiste ayer era un gran texto, pero el hecho de poner puntos entre el relato principal de los aborígenes australianos y los dos párrafos finales hacía que se perdiera un poco la relación.
Quizá yo estuviera susceptible de más; ahora me alegro de haber escrito lo que escribí poniendo a la vez algunos caveat, porque se ve que te entendí mal: lo siento.
Demasiado lejos (Australia, el futuro, el perdón, la justicia...).
Demasiado cerca (las amenazas de bomba, los tiros, el miedo).
Hoy es día de tripas revueltas y desesperanza.
ARP, sólo fue un malentendido por una redacción poco clara. Gracias por tu actitud respetuosa y un saludo.
Lo de los aborígenes australianos y el remate de Srebrenica era un texto que iba a colgar cualquier día de estos.
Después del asesinato de ayer pensé que el asunto del perdón no es inmediato, que a los vascos nos queda por desgracia bastante camino antes de llegar a esos dilemas. Pero también pensé que el muerto de ayer, que tanto nos duele hoy, en el futuro podría ser sólo un número más en la lista, una pequeña incomodidad para zanjar el asunto. Y eso me parecería terrible.
Por eso colgué las tras frases sobre el asesinato de Isaías Carrasco al final de los temas australianos y serbios.
A mi me parece que todas estas cuestiones -aborígenes australianos, serbios y el tema vasco- van realmente relacionadas y que todas tienen en común el gran reto del perdón, y el dilema de la impunidad y la reparación.
El reto es que los políticos sean capaces de escuchar a la gente y que la gente hable alto y claro; podemos empezar votando mañana.
Silvia
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