Francis, Víctor y yo hemos viajado juntos diez días. A estas alturas, cada uno de nosotros sabe muy bien qué hacen los otros dos durante las monótonas horas de carretera, cuando la furgoneta zumba mucho y el paisaje cambia poco. También sabemos cómo se mueven los otros dos cuando paseamos por el barullo laberíntico de los zocos o por la línea simple de las orillas atlánticas, qué hacen cuando nos sentamos en la terraza de una cafetería a bebernos las horas o cuando toca discutir con los mafiosillos malencarados del puerto de Tánger. Sabemos cómo reaccionan los otros dos cuando hacemos el pardillo -casi siempre- o cuando nos pasamos de listos -alguna vez-. Sabemos muy bien cómo reaccionan cuando se nos arrima uno de los miles de plácidos gatos callejeros de Marruecos o cuando insiste un limpiabotas o cuando nos para la policía o cuando en plena noche aparece un cabrero loco en mitad de una pista pedregosa o cuando nos cruzamos con un mendigo encorvado o cuando nos toca el hombro una mujer que exhibe a su hijo con malformaciones. Después de diez días podemos predecir en qué escaparate o qué tenderete se detendrán los otros dos, cuáles serán sus caprichos esta tarde, podemos adivinar si cenarán cuscús con legumbres o tajine de cordero, incluso sabemos qué harán si un enano con traje y corbata les saca a bailar al centro de un corrillo de espectadores en la plaza de Marrakech. Yo ahora sé, por ejemplo, que Víctor agarra un bolígrafo y se dibuja círculos azules a lo largo de media pierna, alrededor de cada picotazo de pulga, para descubrir al día siguiente si aparecen nuevos picotazos y por tanto la pulga sigue con él o si ha conseguido exterminarla (hay que reventarla, no basta con aplastarla). Y sé que Francis, cuando se queda sola y se le acerca un marroquí pesado, se hace la sordomuda: pone cara de trance, gesticula con las manos y emite sonidos guturales hasta espantar al merodeador.
En diez días de viaje se aprende mucho sobre los otros. Pero a veces bastan 18 minutos para aprender todavía más.
A Víctor le bastan 18 minutos -muy mimados- para contar una historia que ronda las afueras del cine, la historia de una chica que se asoma a un mundo al que no consigue entrar, que se queda mirando desde fuera, que se pregunta cuál es su lugar. Esa historia es Decir adiós, la película que Víctor estrenó en el Festival de San Sebastián y que el pasado lunes proyectaron en un cine de Rabat (objetivo y pretexto de nuestro viaje marroquí). Para Francis, que la vio allí por primera vez, Decir adiós fue un fogonazo. Porque Víctor da de pleno en una diana que ella conoce muy bien. Y por eso dice Francis, tras diez días de viaje compartido, que en esos 18 minutos conoció mucho mejor a Víctor.
Se aprende mucho viajando. Y se aprende mucho con las buenas historias, con las que dan en alguna diana. Incluso a mí, que la vi por tercera vez, la película y sus efectos en Francis me hicieron recordar algunas razones (recordar, según el latín: pasar de nuevo por el corazón).
(En la foto, Víctor atiende a las televisiones marroquíes junto al cine 7éme Art de Rabat, donde se celebró la Semana de Cine Español. Parece que después de San Sebastián y Rabat la película se proyectará pronto en Bilbao, Huelva y Alcalá de Henares. Si podéis ir a verla, no lo dudéis. Y lo mejor es que Víctor se lanza a nuevos proyectos y además se gana las ayudas para llevarlos a cabo).
7 comentarios:
¡Qué buena pinta! A ver si llega a Pamplona o si se monta algo en la Uni. Tal y como la dibujáis, parece algo diferente y profundo.
¡Aúpa Viriartev!
Merci, merci, merci.
Grandísimo viaje, Anderroski y Francis.
Ahora nos queda ir a un hamman, acercarnos a las montañas, pasear por las calles azules de Chauen, cantar una copla marroquí con Falete, hacernos pasar por espías, comer jamón en el desierto, intentar poner la furgoneta a 121 kilómetros por hora y que los radares no nos pillen, cocinar en la yogurtera de casa los yogures bereberes de Abdalah, visitar los supermercados italianos "Eroski" y viajar Canadá y Uruguay.
Au revoir sin decir adiós.
Hasta pronto.
Supongo que habra dos uVes, como hay dos Ander. Los artistas siempre son un poco dos, ellos y sus huellas. Por eso creo que también hay dos Francis.
Abrazos a los tres.
Abrazos de vuelta de parte de los seis, J.
Sigo cada uno de tus viajes y no me canso de leer.
Post impecable.
Decirme si tiene previsto proyectarla en Alicante o alguna de sus provincias limítrofes para poder ir a verla.
Saludos.
Quiero verla. ¿Debería proyectarse después de otra del viaje?
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