“Cuando Jacques Cartier descubrió la desembocadura del río San Lorenzo en 1534 y bautizó aquellas costas como Canadá, los vascos ya estaban allí. El navegante francés exploró el golfo de San Lorenzo, plantó una cruz en la península de Gaspé y reclamó esos nuevos territorios -esa Terra Nova- para Francia. También anotó un hallazgo peculiar: en aquellas aguas remotas encontró a mil vascos pescando bacalao”.
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“Nadie sabe desde cuándo estaban allí. Algunas hipótesis sostienen que conocían el litoral norteamericano mucho antes de los viajes de Colón, pero sólo pueden basarse en especulaciones. Es cierto que para el año 1000 los vascos habían desarrollado todo un comercio internacional de bacalao, con el que abastecían a mercados de toda Europa, y que pescaban en aguas remotas del Atlántico. La historia se confunde con la niebla de la leyenda cuando se dice que navegaban hasta un caladero prodigioso, más allá de Irlanda y del Mar del Norte, más allá incluso de Islandia, del que traían inmensas cantidades de bacalao.
En 1497, el navegante Giovanni Caboto zarpó de Bristol (Inglaterra) para buscar por el norte el paso hacia las Indias que Colón no pudo encontrar. Desembarcó en la actual isla de Terranova, cinco siglos después de la efímera aventura vikinga, y al regresar contó que aquellas aguas hervían de bacalaos: bastaba con sumergir una cesta lastrada con piedras y luego izarla, para sacar un montón de ejemplares enormes. Según los partidarios de la leyenda, aquel fabuloso caladero americano era el gran secreto guardado por los vascos durante muchos años”.
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"En el siglo XVI, todas las primaveras llegaban al sur y al oeste de Terranova docenas de galeones balleneros vascos. En los parajes de Port-aux-Basques, Miarritz, Placentia, Portutxoa (“pequeño puerto”, hoy Port au Choix) y Opor Portu (“puerto de descanso”, hoy Port au Port), cientos de hombres desembarcaban en las playas, levantaban campamentos, almacenes, tonelerías y hornos para fundir la grasa de los cetáceos. Los barcos salían a la caza. Cuando veían una ballena, echaban al agua las chalupas y se acercaban remando hasta el animal. El arponero lanzaba un primer arponazo al corazón o los pulmones, y después los demás tripulantes atacaban con lanzas y jabalinas. Una vez cazada, ataban la ballena al costado del barco y la remolcaban a tierra o la despiezaban directamente en el mar, arrancando las capas de grasa en grandes tiras. La grasa se fundía en los hornos para obtener el combustible más apreciado de la época: un tonel de aceite de ballena se vendía por el equivalente a 5.000 euros, y había galeones que regresaban al País Vasco con 3.000 toneles en cada temporada. En otoño, antes de que los hielos taponaran el regreso, los balleneros zarpaban de vuelta a casa después de haber capturado diez, quince o treinta cetáceos por galeón.
Las factorías vascas repartidas por las costas de Terranova, Labrador y el golfo de San Lorenzo llegaron a reunir hasta nueve mil personas en algunas temporadas y constituyeron la primera industria en la historia de América del Norte. Incluso se formó una sociedad amistosa con los nativos mikmaq y beothuk, que trabajaban para los vascos a cambio de pan y sidra. Durante los siglos XVI y XVII en Terranova se habló un pidgin, es decir, un lenguaje rudimentario que mezclaba el euskera y las lenguas locales. A los misioneros y comerciantes europeos que llegaban en esas épocas, los nativos les saludaban con el término adesquidex (del euskera adiskide: amigo). Utilizaban con ellos docenas de términos como bacailos (bakailao: bacalao), kessona (gizona: hombre) o atouray (atorra: camisa) y a todos los extranjeros los llamaban souriquois (zurikoa: los de blanco). Según relató un jesuita del siglo XVII, cuando a los nativos se les preguntaba en euskera nola zaude (cómo estás), respondían apaizac obeto (los curas mejor)”.
Son algunos párrafos del reportaje "La odisea vasca en Terranova" que he publicado en el número 54 de la revista Altaïr (dedicada al Canadá atlántico).
- El texto completo.
- La expedición vasca Apaizac obeto. Construyeron una réplica de una chalupa ballenera del siglo XVI con las técnicas y los materiales de entonces, y con ella remaron mil millas por aguas de Quebec, Terranova y Labrador, vestidos como los balleneros de hace siglos y comiendo lo mismo que ellos.
5 comentarios:
Todo un placer ya sólo leer este pequeño avance. ¡Habrá que conseguir el ejemplar entero!
La mayoría de los investigadores, historiadores y escritores que han tratado el tema coinciden en que los vascos no arribaron a El Labrador o Terranova antes de principios del siglo XVI. ¿En qué argumentos se basan? Básicamente en dos.
1. No hay documento que acredite tal hecho.
2. Si hubieran alcanzado aquellas costas antes que Colón, la noticia hubiera corrido como la pólvora, de voz en voz, dada la importancia del "descubrimiento". Tampoco hay evidencias de ningún alborozo de ese tipo.
Todo parece indicar que no fueron los primeros en llegar allí. En la "pole position" se sitúan bretones y portugueses, otros fisgones osados.
...de todas formas, y como tú bien dices en el reportaje, también podrían haberlo guardado como un secreto.
Vascos, bretones o portugueses, lo que está claro es que se les adelantaron los vikingos... por 500 años!!
Un último apunte, en relación al declive pesquero de la flota vasca. Tal y como apuntas al final del reportaje, el tratado de Utrecht les dio la puntilla a aquellos marinos, que ya empezaban a sufrir el acoso de sus rivales comerciales. Los vascos pescaban sin salvoconductos ni licencias, es decir, navegaban por su cuenta y riesgo -y se jactaban de ello-, cuando los barcos holandeses, ingleses, franceses y portugueses se asomaban al Atlántico Norte escoltados por potentes buques de guerra.
La sed de independencia comercial -el llamado libre comercio que los vascos ejercieron durante décadas- fue una característica de aquellas gentes, pero a la postre resultó ser contraproducente.
Un tema apasionante, esencial para entender nuestro pasado y algo de nuestro presente. A ver si empiezan a enseñarlo en los centros públicos de Euskadi, País Vasco, CAV o Euskal Herria.
Ander, serías un buen "profe".
Ander, vengo poco, pero cómo disfruto con este blog. Qué maravilla. Un abrazo.
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