Durante los próximos días colgaré algunas de las columnas que guardo de Javier Olabe. Aquí va la primera.
Un sang impur
Ya al principio de los tiempos, Dios decretó la enemistad entre la serpiente y la mujer. Después, y ya por su cuenta, los franceses se enemistaron con el resto del mundo. A nadie se le oculta que los franceses son personas avinagradas y malignas, amigas de infligir dolor sin tasa a seres indefensos que tienen la desventura o la inconsciencia de ponerse a su alcance. Las viudas y los huérfanos, después de años de atropellos y desprecios, han aprendido a apartarse del camino de marselleses, turonenses, bordoneses, lioneses, corsos, bretones, normandos y, muy especialmente, parisinos, que para demostrar la singularidad magnífica de su primado ejercen con maestría y naturalidad la vileza viciosa de los hijos de Madame Guillotine. Menos avispadas han sido las palomas, animales apreciados en muchas capitales del mundo civilizado, y singularmente maltratadas en la ciudad de las luces y los argelinos siniestros.
En el amable jardincillo que hay a la entrada del Grand Palais contemplé una escena espeluznante. Sentada en un banco había una joven leyendo un libro. La joven parecía interesada por la lectura, incluso podría decirse que estaba absorta en ella. No prestaba la menor atención a la gente que pasaba por el camino, y no se inmutó cuando un niño escandaloso atronó la entrada del palacio con el timbre cascado de su triciclo. Tampoco movió la cabeza cuando dos ancianas, por lo demás bastante apacibles, se sentaron en el mismo banco que ella. Sin embargo, lo que no habían conseguido ni la bullanga del niño ciclista ni la calma sospechosa de las ancianas plácidas, lo consiguió una paloma gris y panzuda que vino a posarse en el respaldo del banco. La muchacha no dudó en abandonar la lectura que tanto placer le daba para espantar con prisa y violencia a la inoportuna paloma. También las ancianas olvidaron por un momento su tranquilidad pensionista para ayudar a la muchacha a deshacerse de su molesta visitante. Una de ellas alzó incluso un bastón con puño de plata, remedo senil del estandarte sangriento, y lo empuñó contra la infeliz paloma, que optó por bajar del respaldo y esconderse bajo el asiento. Todo aquel que no haya tenido ocasión de sufrir la mezquindad bílica de este pueblo de letrinas de pago podrá creer que, una vez rechazada la paloma hacia el suelo, la joven habría retomado su lectura y las ancianas habrían vuelto a su conversación descabalada. Nada más lejos de la realidad. Las tres mujeres, unidas por la complicidad artera de su raza malvada, armaron sus piernas contra la desdichada paloma. Las varices no fueron obstáculo para la inclemencia criminal de aquellas viejas despiadadas, que acosaron con tacones y punteras al desgraciado animal. La paloma, harta de patadas, de manotazos, de punteras, de tacones, de varices, de bastones, y, en fin, de francesas malevolentes y puñeteras, decidió salir volando de aquel jardín maldito y dejar para siempre la capital de la maldad gratuita y los libreros de viejo.
Liberadas por fin del fastidio de la paloma inconsciente, la joven lectora y las ancianas virulentas se calzaron la máscara de infelices pálidos con que los franceses recorren el mundo en busca de seres desvalidos que inmolar en el altar terrible de su perfidia infinita. A esperar otra paloma.
10 comentarios:
"Siniestros", "mezquindad" y "perfidia". Sobre todo "perfidia". Cómo le gustaba a Javier escribir "perfidia", y decir el esdrujulón: "pérfidos".
Gran frase: "la mezquindad bílica de este pueblo de letrinas de pago"
Otra simple, pero efectiva: En el amable jardincillo que hay a la entrada del Grand Palais contemplé una escena espeluznante.
La que menciona ARP es una de mis favoritas. ¡Pueblo de letrinas de pago!
Aquí va otra ya comentada:
Neoburgueses
Aquellos jóvenes que en mayo del 68 francés buscaban la playa bajo los adoquines del barrio Latino son hoy banqueros, periodistas o empresarios acomodados, y su rebeldía se limita a enmoquetar de colores chillones su dúplex de lujo. Aunque comparten su modo de vida, abominan de la burguesía y de lo que esta representa. Una cuestión nominal, como explica el artículo "Les nouveaux bourgeois" en Le Nouvel Observateur.
Una conciencia narcotizada a base de Chanel nº 5 les recuerda de tarde en tarde quiénes fueron y qué pensaron, por lo que todavía se declaran enemigos del sistema, y lo demuestran solidarizándose con causas tan comprometidas como las ballenas o la independencia del Tibet. Pasan sus vacaciones inmersos en aventuras de diseño por los mares del Sur o en el África subsahariana, a donde llegan en bussines class y regresan con abundante material fotográfico que exhibir en el club de campo. Vuelven enamorados de las culturas exóticas que han conocido, decoran su segunda residencia con "detalles de inspiración étnica" y aprenden a cocinar platos tailandeses para sorprender a sus correligionarios en los cocktails y soirées organizados con frecuencia y desparpajo. Visten con un descuido premeditado, y ocultan las horas de fitness con andrajos de Ralph Lauren. Desprecian la frivolidad de la moda, pero se dejarían crucuficar antes de dejarse ver con calcetines blancos. Han apostatado de su agnosticismo primero , y algunos de su ateismo militante, para profesar una nueva religión, la del chic, que tiene como textos sagrados Casa & Jardín, Vogue y La Revista de Occidente (esta última no se lee, sólo se enseña), y cuyos "mandamientos" son: 1. Comerás las naranjas con cuchillo y tenedor. 2. Leerás a Tom Wolfe hasta la pérdida del sentido. 3. Viajarás a Bali siempre que tengas ocasión. 4. Tu piscina tendrá luces subacuáticas. 5. No serás pobre. 6. No serás viejo. 7. No matricularás a tus hijos en un colegio público, aunque estropeen tu chaise longue preferida. 8. No verás nunca la televisión y lo dirás siempre que puedas. 9. Antes muerto que vestir con chándal. 10. Cuanto más libanesa sea la película, mejor.
Es una delicia de principio a fin: "Las tres mujeres, unidas por la complicidad artera de su raza malvada", "la capital de los libreros de viejo" o "la ciudad de las luces y los argelinos siniestros".
Leerle ahora es como escucharle. Suena exactamente igual.
brillante
Si hubiera sido él el director de campaña "boicot a los productos Franceses", otro gallo hubiera cantado. Muy bueno. Ahora también repudio a las ancianas gabachas.
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