Este coche pertenecía a una familia que en mayo del año 2001 esperaba en el puerto de Áqaba (Jordania) para embarcar y cruzar el mar Rojo hasta Nuweiba (península del Sinaí, Egipto). Es la última imagen que ponemos en las proyecciones de diapositivas de Pangea (el viaje por la depresión más profunda de cada continente, es decir, los sótanos del mundo).
Durante una hora, la proyección muestra los recorridos que hicimos por el oeste de Estados Unidos, Australia, la Patagonia argentina, Rusia, Jordania y Yibuti. Es un repaso de los nueve meses de aquel viaje múltiple, con paisajes espectaculares y unas cuantas historias humanas potentes. Muchas veces, al acabar la charla y empezar el coloquio, algún espectador solía decirnos: menudo viaje, qué aventuras habéis pasado...
Josu y yo intentábamos poner la aventura en su justa medida. Por eso decidimos terminar la proyección con esta foto. Para explicar que nosotros viajamos por voluntad propia, por una decisión libre, y que no hay ninguna aventura comparable a la de aquellos que tienen que viajar por obligación, empujados por una guerra, una hambruna o una vida miserable. Por muy dura que sea cualquier expedición -cruzar Groenlandia, escalar la cara norte del Eiger o caminar por el desierto-, encoge hasta el tamaño de un capricho cuando se compara con la aventura forzosa de un cayuco o con la de una familia que sale corriendo de su casa sin saber adónde ir. Para nosotros el viaje es una actividad de placer. Para la mayoría de los viajeros del mundo (millones de emigrantes, desplazados, refugiados) el viaje es una desgracia.
Es una reflexión comodona y que no nos exige nada, pero nos parece necesaria y seguiremos rematando las charlas con ella.
Ayer terminé de soltar este sermón en la casa de cultura de Pasajes Antxo y me quedé tan antxo. Entonces una señora mayor levantó la mano y preguntó:
-¿Los del coche eran una familia muy numerosa?
Le respondí que no me acordaba muy bien. Eran jordanos que emigraban a Egipto pero no me acordaba de nada más. No sabía si tenían muchos hijos, por qué viajaban, adónde iban, en qué pensaban trabajar... La señora quería conocer los detalles, se preocupaba por ellos. Me di cuenta de que realmente yo no sabía nada sobre los protagonistas de aquella fotografía.
La foto me viene bien como símbolo de los emigrantes y los exiliados, seguiré usándola en las charlas, pero desde ayer es para mí el recuerdo de un pequeño fracaso periodístico. En el puerto de Áqaba tuve delante de mis narices una historia probablemente muy valiosa de la que desconozco todo. Sería por cansancio, por timidez, por desgana (las principales razones de las pifias de los periodistas). Sería por lo que fuera, pero ahora sólo tengo un símbolo. Y el periodista que trabaja con símbolos hace literatura o hace sermones, pero no periodismo. El periodismo trabaja con hechos. Y yo no puedo contar ni uno solo sobre la historia de ese coche.
9 comentarios:
¡Joderjoderjoder!, qué sensación esa del amor sincero que llega de la a a la z de un saltito (cuando uno está atascado en la c o la d).
Reconocer a los buenos es también un privilegio, Ander.
Cosa de 10 días y lo resuelves. Sales a la autopista que baja de Europa y pasa por el costado de tu casa. Te vas a un área de servicio, a una gasolinera y fotografías a la inmensa familia que baja a pasar menos de un mes en el Magreb. Si no están muy cansados, te contestarán a cuanto les preguntes. Después, sigues usando esa foto para que nos se te olvide lo que hoy nos has enseñado. Lo que no sé es qué recurso nemotécnico usaré yo para que tampoco se me olvide.
Muchas gracias, Ander, por darte cuenta de tantas cosas.
Bea
Precisamente esto fue lo que más me sorprendió de la última historia de Zigor sobre Mongolia: todo era real. Y, a la vez, si hubiera tomado otra calle o salido a otra hora, la historia contada sería muy diferente.
Ánimo con las proyecciones!
¡Toma! (Es lo que he dicho en voz baja al terminar de leer; con admiración, se entiende)
Ander, aún estás a tiempo. Por si te sirve, te copio una reflexión de Arcadi Espada: "La realidad y los personajes de la realidad tienen siempre una vía de agua. El periodismo hace las correspondientes suturas, porque el periodismo (recítalo conmigo y con Stephen Frears) sólo-se ocupa-de-la-gente-en-un-instante-de-sus-vidas. Pero el que escribe sabe que, más allá de los titulares jíbaros, ninguna historia verdadera cuadra por completo. La vida es una sucesión de cabos sueltos y para anudarlos son precisas las operaciones de la ficción y su generosa provisión de sentido. La ficción regala (derrocha) scoops, tan ralos en el oficio. Y el máximo, que es el de comprender".
Lo que cuenta Ander es algo muy habitual entre los periodistas que también tomamos nuestras propias fotografías. En el momento, detrás del objetivo, muchas cosas se pasan por alto. Luego, frente a la pantalla del ordenador, uno se pregunta, con las manos en la cabeza, por qué no se habrá acercado al protagonista de la instantánea para poder redactar un pie de foto mucho más enriquecedor que 'coche con emigrantes jordanos en Áqaba'. Pero es algo inevitable. El mundo está lleno de historias. Seguramente más que personas existen. Y es gracias a gente como Ander, que se lleva las manos a la cabeza cuando una señora le hace una pregunta que no puede responder, que podemos entender mejor el mundo, e ir más allá del titular.
Mi más sincera enhorabuena. Estoy deseando ver más del último viaje.
Gracias a todos.
Bueno...yo soy la chica de los datos ya que trabajo en la Comisión Española de Ayuda al Refugiado....y te aseguro que la realidad supera a la ficcion.
El 20 de junio fue el dia del refugiado...mas que un numero 22 millones de historias, cada una mas tragica...y lo peor es que seguimos durmiendo de lo mas tranquilos.
Para mas info:
www.cear.es o www.fundacioncear.org
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