jueves, 12 de junio de 2008

El rey del pitilín


-¿Sabe usted si en España siguen utilizando penes de toro para fabricar fustas?

Creo que es la mejor pregunta que me han hecho nunca. Confesé mi ignorancia en tan apasionantes cuestiones y Sigurdur Hjartarson, autor de la pregunta, director del Museo Falológico de Islandia, me enseñó el pene. El del toro. El que se usa como fusta. El que le regalaron hace 34 años y con el que empezó su sobresaliente colección.

Por aquel entonces Sigurdur era un historiador que daba clases en un instituto de bachillerato islandés. También fue profesor en la universidad, donde se especializó en historia latinoamericana, y vivió una temporada en México. Habla un español muy fluido y en este idioma conoce muchos sinónimos de la palabra falo. La fusta se la regalaron los padres de un alumno y entonces, en 1974, Sigurdur empezó a interesarse por los penes ajenos. Recopiló ejemplares de diversas especies y en 1997 abrió un museo en Reikiavik, la capital de Islandia. En 2004 se jubiló y se trasladó a Húsavík, una pequeña ciudad de la costa norte, donde inauguró la nueva sede del museo, que recibe a unos 6.000 visitantes anuales ("gente inteligente, de buen humor y en su mayoría mujeres", dice).

La Faloteca cuenta con un director y muchos miembros. Más de 170: falos de ballenas, osos polares, focas, morsas, toros, ratones, incluso uno de elefante, el único que Sigurdur tuvo que comprar. Los demás son donaciones de pescadores, cazadores y biólogos. El del elefante, por su palmaria contundencia, es uno de los más admirados y fotografiados.


También suscita muchos comentarios el pene del cachalote, el más largo de todos con 1,70 metros (lo podéis ver en la primera foto de la entrada anterior). Y en el otro extremo del espectro falológico se encuentra el pene de un hámster, que mide un par de milímetros y debe contemplarse con lupa.

En un punto intermedio, más cerca del hámster que del cachalote, quedan los penes humanos. Por ahora el museo no exhibe muestras reales pero sí réplicas plásticas de cuatro falos, cuyos dueños se han comprometido a donarlos cuando mueran. El donante que parece con más posibilidades de estrenar el apartado humano es Páll Arason, un islandés de 93 años. Arason, orgulloso de sus hazañas sexuales, pensó que exhibir su pene en el museo le aseguraría una fama eterna. Pero ahora tiene dudas, según el director del museo, porque al parecer el miembro se le va encogiendo con la edad y teme que el resultado final no rinda justicia a las propiedades que durante tantos años le dieron cierto prestigio en Islandia. De hecho, la extirpación del pene es una de las preocupaciones del director Sigurdur: debe cortarse rápidamente, en cuanto muera el donante, y debe bombearse sangre para mantenerlo erecto, un detalle en el que los donantes han insistido mucho.

Los otros donantes son un británico, un alemán y un jovial estadounidense que responde al nombre de Stan Underwood, de 62 años, quien regaló al museo una réplica de su pene, a la espera de que le llegue su hora y el falo real viaje hasta Islandia, ya separado de su propietario. Junto al pene de plástico, una fotografía enmarcada muestra al señor Underwood desnudo, sentado en una banqueta, risueño, luciendo un pene cacahuetesco y arrugadillo -quizá encogido por la solemnidad del momento-. Parece que la foto tampoco hace justicia, porque el documento de donación describe algunos detalles excepcionales de la biografía del pene y de su propietario.

El pene, bautizado por su propietario como Elmo, fue donado al museo en noviembre de 2002. Según el acta de donación, Elmo consta de pene, testículos, escroto y vello púbico. Su propietario es Stan Underwood, nacido en 1946 en Denver (Colorado, Estados Unidos), de raza caucasiana, con antepasados ingleses e irlandeses y alguna gota de sangre cheroki. Underwood fue circuncidado al nacer. Durante la madurez, su pene erecto alcanzaba los 19 centímetros de largo, 5 de ancho y 16 de perímetro. Ha tenido tres esposas y es padre de un hijo y una hija. A principios de los años 80, el señor Underwood posó desnudo reiteradas veces como modelo fotográfico. En esa época se fabricó un molde de su pene que tuvo una amplia difusión comercial: cientos de miles de copias de látex se distribuyeron por todo el mundo.

En cuanto al pene, el acta de donación detalla que fue tatuado repetidas veces entre los 25 y los 53 años. Tiene dos pequeños piercings en la parte inferior del glande. El señor Underwood se fracturó la fascia en dos ocasiones distintas (el tejido interior que une las dos cámaras de erección), a causa de torsiones bruscas durante sendas erecciones. La uretra fue ensanchada y uno de los rasgos más destacables -y celebrados por sus tres esposas- es el gran tamaño de su escroto. La descripción termina con esta nota: "Se cree que palpar uno de los testículos del señor Underwood da buena suerte".

Estos son los planes: "Actualmente los mencionados genitales (Elmo) están adheridos al señor Underwood, aunque pertenecen a Catherine Blumenstine, señora de Underwood, quien se compromete a extirparlos del cuerpo del señor Underwood cuando éste muera, a preservarlos y a enviarlos al Instituto Falológico Islandés. Antes de enviarlo, la señora Blumenstine podrá disponer de Elmo durante unos años y disfrutarlo en la intimidad de su hogar".

Sigurdur, ansioso por completar el muestrario, espera con ilusión el día en que el cartero llame a su puerta y le entregue un pene humano erecto y disecado.

(En la primera foto: Sigurdur Hjartarson, director de la Faloteca, con su teléfono (¿pollafone?). En la entrada del museo pueden contemplarse objetos de madera con forma de pene tallados por el propio Sigurdur: el teléfono, la caja registradora, huchas, saleros, martillos, ceniceros... También se exponen objetos faloformes recopilados por todo el mundo, como palos de golf con cabeza de pene o botijos de Ciudad Real con la forma de un guardia civil presentando armas. La hija de Sigurdur, artista de la pintura, la cerámica y el vidrio, también ha elaborado una amplia gama de recuerdos para el visitante, como las maravillosas lámparas hechas con escroto de toro que podéis ver en la tercera fotografía del texto anterior).

17 comentarios:

Miguel Carvajal dijo...

Llego tarde al concurso, pero creo que también hubiera dicho que se trataba de lo que se trataba.

Vamos por partes. El texto es un continuo descojone desde la primera hasta la última línea. Hay tantos detalles, tantos giros, tanta cosa...

"La Faloteca cuenta con un director y muchos miembros".

Lo de la propietaria Catherine Blumenstine me ha rematado del todo.

Clap, clap, clap.

Nacho Uría dijo...

+ noticias: unos estadounidenses crean una web (www.nameyourwang.com) en la que es posible registrar el nombre que le das a tu pene. Por 17 dólares, gastos de envío incluidos, envían un diploma que lo confirma. En caso de conflicto entre propietarios, ofrecen asistencia legal para demandar al usurpador (del nombre).

Todo eso me recuerda a la peli Porky's (allá en los 80) y al pene de su protagonista -del que no recuerdo el nombre-. El de su chorra sí lo recuerdo: Braulia.

Ander Izagirre dijo...

No hay mejor negocio que la estupidez ajena. Conocí una empresa que cobraba un dinerito a cambio de certificar que habías pisado un "most point": el punto más alto de España, el punto más al norte de no sé dónde... Manda narices que necesites un certificado de una empresa para saber dónde has estado. Lo del bautizo del pene ya es una vuelta de tuerca: si pones un nombre a tu pene, probablemente seas tan idiota como para pagar a una empresa para que te lo confirme. Chapeau por la empresa, que sabe explotar los filones de estupidez que hay por el mundo. Habrá que pensar algún negocio parecido.

Nacho Uría dijo...

Al parecer el estudio de mercado previo al lanzamiento de la web confirmó que el 60% de los americanos (90 millones de hombres) bautizaban a su pene y que al menos el 2% (1.800.000) estaban dispuestos a pagar por el certificado. Resultado: www.nameyourwang.com

A ver lo que tarda Google en comprarles. :)

Anónimo dijo...

Podías haberme traído algún souvenir del museo, majo.

Jonathan dijo...

¡Venga ya!

La historia de Elmo es coña ¿No?

momodice dijo...

Muy divertido, Ander.
Y creo que tendría mucho éxito una empresa que certificara que el tamaño del pene es muy superior al real. Porque, madre mía, qué preocupación.

Allendegui dijo...

Ander, qué honor el tuyo, ser testículo de semejante colección. Por cierto que el vello púbico de Elmo es más bien vello público.

Anónimo dijo...

Y los pobrees animalillos que opinan?

A mi no se si me haria mucha gracia, en fin todo sea ¿por la ciencia?

jejeje, que de la cara el que no ha hecho odiosas comparaciones. Unos tanto y...de mayor quiero ser cachalote.

Anónimo dijo...

perdón no he firmau,

perretxiko

Anónimo dijo...

NO tiene nada que ver con este tema pero he encontrado esto y me he acordado de ti.
Creo que te gustará (igual ya lo conoces...)
http://www.carabancheltobeijing08.com/

María

Ander Izagirre dijo...

El lema del Museo Falológico Islandés es "Plus Intra".

Gracias, María. Menuda fiebre con Pekín, ya conozco tres o cuatro ciclistas que este año pedalean hacia allí.

Jonathan, agradezco tu fe en mi imaginación, pero te prometo que no sería capaz de imaginar algo como la rotura de la fascia. Tremendo.

IMANOL dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
IMANOL dijo...

Cuándo vamos con las muchachas al monte, y se ponen pesadas preguntando: ese, qué monte es?, y ese?, la respuesta que las acalla es única: es el FALOMENDI. Funciona, palabra de Mickey Mouse

IMANOL dijo...

El señor Underwood tiene ese pene humano para su museo si lo desea, el de Rasputín anda por ahí en formol (erecto podría ser como el del cachalote):
http://www.laflecha.net/canales/curiosidades/noticias/200406151

Anónimo dijo...

En serio, hacía tiempo que no me reía tanto con un post. ¡Flipo con la historia de Elmo! Y el sr. Sigurdur con su pollafono..jajajaja.. Gracias Ander por la historia y cómo la has contado.

Unknown dijo...

Buena Tula hermano

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