viernes, 8 de febrero de 2008

¿Y eso pasó de verdad? (2ª parte: el corte de digestión)

Hace unos días hablábamos de Paco y el periodismo literario. De lo que puede ocurrir cuando un periodista recurre a detalles inventados para redondear una historia.

En un primer momento, la duda “¿y eso cómo lo sabe?” no es demasiado peligrosa: el lector sólo se pregunta cómo ha obtenido esos detalles el periodista. Una mera cuestión técnica. Pero si no aparece rápido una respuesta convincente, empieza el terremoto. Porque la siguiente pregunta, obviamente, es “¿pero eso ocurrió de verdad?”. Y da igual que sólo se refiera a un detalle. Basta con que una de las patas de la credibilidad cojee para que se desmorone todo el andamio.

Hace unos años devoré los libros africanos de Javier Reverte (El sueño de África y Vagabundo en África) (No me lo confundan con Arturo Pérez). Disfruté con ellos, aprendí mucho y pasé momentos de verdadera tensión, como cuando unos soldados que van hasta las orejas de alcohol y hachís bajan a Reverte del barco, se lo llevan a una playa del río Congo y parece que en cualquier momento lo van a ametrallar. La tensión es tan fuerte porque el lector sabe que está leyendo la crónica de un viaje real. Y Reverte es un maestro: narra tan bien, tan envolvente, que uno olvida el hecho obvio de que si el autor escribió el libro es porque salió vivo de aquella encerrona.

Pero enseguida, ¡ay!, el lector recuerda el aviso que cuelga en la primera página:

“Los personajes que aparecen en el relato son reales, encontrados a lo largo del camino, así como los escenarios seguidos. No obstante, algunas situaciones han sido retocadas con toda deliberación por el autor, de forma tal que, trastocando un poco la realidad, ganase la coherencia del relato. A veces hay que ajustar la realidad a la imaginación para aproximarse mejor a la verdad”.

Una sinceridad asombrosa. Le honra. Pero hace que el resto del libro se tambalee. Cada vez que el lector se encuentra con una escena potente, salta la pregunta desactivadora: ¿será esta una de esas situaciones retocadas? ¿Esto ocurrió de verdad? Y entonces se interrumpe la digestión de la obra, hasta que no se aclare qué nos están dando de comer. Y como no hay manera de saberlo, nos quedamos con el corte de digestión.

Hace unos días, Arcadi Espada recuperaba en su blog un texto que confrontaba las maneras de trabajar de Truman Capote en A sangre fría y de John Hersey en Hiroshima. En A sangre fría, Capote hizo un exhaustivo trabajo periodístico para conocer con detalle la historia del asesinato de una familia de Kansas y para retratar a los dos asesinos. Después escribió la historia con técnicas literarias y la presentó como una "novela de no ficción". El libro incluye algunas escenas imaginadas, diálogos recreados, especulaciones morales: la tentación de forzar una pizca la realidad para que toda la historia encaje en un marco de sentido coherente. Una novela. En Hiroshima, Hersey hizo otro trabajo periodístico exhaustivo para conocer al detalle la vida de seis supervivientes de la bomba atómica. Y luego escribió sus historias siguiendo estrictamente el relato de esas seis personas. El libro es espeluznante -y muy pero que muy recomendable- pero en él no hay nada más, ni un solo gramo, que lo que podían contar directamente las seis víctimas y la información que podía recopilar el autor. Un reportaje.

Capote incluía a Hersey en un grupo de escritores sin estilo a los que calificaba de "mecanógrafos sudorosos que llenan libras de papel con mensajes sin forma, sin ojos y sin oídos". Hersey declaró una vez: "El periodista no debe inventar. Cualquier periodista conoce la diferencia entre la distorsión que viene de restar los datos observados y la distorsión que viene de inventar datos. En el momento en que el lector sospecha adiciones, la tierra comienza a temblar debajo de sus pies: es aterrador el hecho de que no haya manera de saber lo que es verdadero y lo que no lo es”.

La frase de Reverte: "A veces hay que ajustar la realidad a la imaginación para aproximarse a la verdad". Me llama mucho la atención ese "a veces". Y pienso en el reverso de la frase: si a veces hace falta recurrir a la imaginación (es decir, a la invención), a veces no hace falta. ¿Y cuándo no hace falta recurrir a la imaginación (es decir, a la invención)? La respuesta está en el libro de Hersey: cuando el trabajo es completo y por tanto está bien hecho.

11 comentarios:

mòmo dijo...

Y qué grande es a veces la tentación de adornar este o ese detalle... Es tan nimio... Si no se notará.

Anónimo dijo...

Vagabundo en África está en mi estantería, a punto de que me abalance sobre él. Lo compré a la vez que otro libro y estaba a la espera. Era el segundo plato. Me lo acabas de canucir un poco. Ojo, no dudo de la increíble hazaña de Reverte remontando el Congo ni su buen hacer ni las historias que le ocurrieron, pero... "ajustar la realidad a la imaginación para aproximarse a la verdad" me parece un fraude.

Me parece como intentar meter en un molde que nos parece genial, chupiguay y perfecto a la realidad que es un poco amorfa y no encaja muy bien en ese molde ideal, para que quede más "linda". Pero eso es ficción. Hace poco estuve dándole vueltas a un reportaje, no tenía un final decente, si hubiése sido ficción hubiese podíado hacer cientos de cosas fantásticas para cerrarlo de una forma genial, pero... lo único que tenía era volver y volver y rebuscar entre las notas que había cogido para intentar cerrarlo y darle forma de manera que el relato se ajustase a la realidad, fuese fiel y entretenido. Sólo me quedaba eso, revisar hasta el infinito las notas hasta encontrar ese ajuste. Pero a la inversa.

Creo que la imaginación juega un papel importante, sin duda, pero no ajusta la realidad. Por que entonces, sí, se desmorona todo. Creo que la imaginación es un arma potente para acercar la realidad al lector: comparaciones, metáforas, ponerle en situación, meterlo en el pellejo de otros, etc... Pero sobre la base de un trabajo exhaustivo y real. Eso es periodismo.

Una lección magistral.
Un abrazo.

P.D.: Añadiré a Hersey a la estantería. No sé si antes o después que Reverte.

Ander Izagirre dijo...

Caravinagre, lee a Reverte. Es muy bueno. Y sobre todo lee a Hersey. Es mejor.

Y lo que cuentas de los problemas para rematar un reportaje (o un capítulo de un libro...) es tal cual. Sólo puedes recurrir al cuaderno de notas y a veces no hay manera, no hay nada que sirva para un remate ideal. Y ya no hay remedio: no se puede repetir el viaje, la charla, la visita. Pues a aguantarse y a andar más espabilado la próxima. Por eso, cuando viajo soy un obseso tomando notas. Porque sé que luego no hay remedio. Y a menudo ni así. ¡Cuántas veces me arrepiento, mientras escribo algunas escenitas de Vespaña, de no haber ido aquí o allá, de no haber preguntado esto o aquello, de no haber visitado a no sé quién! ¿Y cómo lo arreglo yo ahora?

Marc Roig Tió dijo...

Si sigues escribiendo tan bien y tan claro, acabaré por pedirte que me convalides tus "lecciones" por créditos de libre configuración. Hay que reconocer que aprendo -y disfruto- muchísimo con tus escritos: entradas y libros.

J. dijo...

Nomeacuerdo y yo hemos hablado muchas, muchísimas veces de todo esto y siempre con "A sangre fría de fondo". Yo siempre defiendo a Capote (nomeacuedo duda, argumenta y plantéa cuestiones que me hacen pensar mucho). Muy interesante.

En todo caso, y eso si que lo veo claro, el periodista no debe inventar jamás nada, sino ahondar en la realidad -que ya es amplia, rica y compleja-: hacer bien su trabajo (saber mirar, saber escuchar, saber pensar, saber expresarse).

eresfea dijo...

Me gusta el Capote de los perfiles, y el de los cuentos, incluso soporto el de las novelas más cortas. Pero A sangre fría me da grima, y picores.
Por lo que cuentas, Ander; y porque es cursi, excesivamente afectado.
J., defensor de Capote, lee sus crónica viajeras por España, se te caerá el sombrajo, precisamente en el sentido del que habla Ander. (Supongo que a los rusos les pasar{a lo mismo con sus crónicas de Rusia que a los no rusos gustan tanto).
Suscribo lo que escribes de Hersey.

Anónimo dijo...

Sigo este blog con gusto, interés, y muchas ganas de seguir aprendiendo. He leído A sangre fría y algo de Reverte. Leeré a Hersey. La honestidad de Ander debe ser la clave de su buen hacer y buen escribir. Da confianza.
También leo vuestros comentarios y me siento como escuchando a hurtadillas a un grupo de viejos amigos. Os descubrí por un Nuestro Tiempo.

J. dijo...

Puede ser, eresfea. Ya hace muchos años que leí A Sangre fría -1997-. No puedo rebatiros, sólo sé que entonces me influyó bastante.

En nuestros debates, nomeacuerdo decía que le tenía cada vez más manía a Capote. Explicaba que no le gustaba nada esa mezcla tibia entre realidad y ficción (manipuladora) en ASF. Es curioso, recuerdo mejor sus razonamientos que las míos.

De Capote me queda por leer Crucero de verano y Un placer fugaz (correspondencia) -aunque, la verdad, no les tengo muchas ganas-. Sí que leí Los perros ladran, con las notas de viajes. Me gustó mucho.

Música para Camaleones y A Sangre fría, que devoré seguidos, me empujaron a escribir. Han sido dos libros fundamentales. Por eso defiendo y defenderé a Capote. Aunque no tenga más argumentos que este para hacerlo.

(Ahora esto último me suena afectado, pero no lo quito).

Fuerte abrazo.

Ander Izagirre dijo...

Fascinadosporlaliteratura: gracias por tu visita y sé bienvenida al blog (creo que eres mujer).

Eresfea: ¿qué crónicas viajeras por España escribió Capote?

J.: también recuerdo los perfiles de Capote, Música para camaleones y A sangre fría como algunos de esos libros que unos buenos profesores nos descubrieron durante la carrera y que también a mí me dieron muchas ganas de ponerme a escribir.

Por lo demás... canucir y sombrajo. Ole.

Anónimo dijo...

Buscaré a Hersey.

Eresfea, yo tampoco conozco esas crónicas capotianas por España. Háblanos de ellas. ¿Puede ser "Se oyen las musas"? He estado googleando. He leído que parte de esas crónicas las publicó en una revista, Esquire. Una crónica (y capítulo de ese libro) se titulaba La Côte Basque (La costa vasca) y sembró el escándalo, en ella se relataban los sórdidos y opulentos hábitos (también sexuales) de sus amigos neoyorkinos. ¿Es todo esto cierto?

P.D.: "Sombrajo" y "canucir". El primero está en la RAE y el segundo en el diccionario de José María Iribarren del habla navarra. Viene de encanecer, entrar en canas, y por tanto también caducar.

eresfea dijo...

Se oyen las musas.

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