A Theroux (Las columnas de Hércules) un compañero de asiento le dice que su pantalón no tiene bragueta y él se desquicia, llama imbécil al hombre y escribe que eso no es lo que buscaba en su fantástico viaje. A Bouvier y su amigo Thierry (Los caminos del mundo) les pilla el invierno en un poblacho del Kurdistán, el hielo les corta cualquier escapatoria y se pasan tres meses estancados en la aldea, sin una sola queja y gestando algunas de las páginas más memorables del libro.
El contraste entre los párrafos de Theroux y Bouvier muestra que para escribir un gran libro de viajes no basta con la calidad técnica del texto. La actitud de superioridad avinagrada de Theroux produce unos párrafos tan impecables como mezquinos; la humildad alegre de Bouvier da unos párrafos brillantes y amables.
Detrás de estas actitudes opuestas se esconde una clave: en el caso de los dos chavales suizos, el viaje se basta por sí mismo, el libro llegó varios años después; en el caso de Theroux, el verdadero fin es escribir un libro y el viaje se convierte en un medio. Theroux es demasiado consciente de que viaja para escribir. El viaje se le ha convertido en oficio. Y eso no tiene por qué ser demasiado malo... salvo que se note todo el rato.
Como nadie le espera para que publique un libro, Nicolas Bouvier no se enfada si el hielo le atrapa tres meses en el Kurdistán. El mundo no está plagado de amenazas, sino de oportunidades. Los caminos del mundo es el viaje de dos jóvenes con mirada fresca, amorosa, que admiran el mundo y a sus habitantes. Como no tienen prisa, ni miedo ni pretensiones, en el libro no hay una sola gota de enfado, de cinismo, de desprecio. Bouvier jamás escribiría la frase hiriente de Theroux sobre los turistas y los simios -y mucho menos empezaría el libro con algo así-.
Una frase de Bouvier que merece mármol: "Nos negábamos todos los lujos excepto el más valioso: la lentitud".
Y sigue: "Con la capota levantada, a medio gas, sentados en el respaldo de los asientos y con un pie en el volante, íbamos tranquilamente a veinte kilómetros por hora por paisajes que tenían la ventaja de que no cambiaban sin advertirlo, o en noches de luna llena, que son ricas en prodigios: luciérnagas, peones camineros en babuchas, exiguos bailes de pueblo bajo tres álamos, sosegados ríos cuyo barquero todavía no se había levantado, y un silencio tan perfecto que hacía que el sonido de nuestro propio claxon nos sobresaltara".
A esta actitud viajera de Bouvier se le añaden la capacidad de observación y la sensibilidad de un poeta y un pintor (la mirada de Thierry se refleja a menudo en los textos de Nicolas), una inteligencia afilada para comprender las escenas que encuentran por el camino, una erudición discreta que nunca cae en la pedantería y una precisión quirúrgica para traducir en palabras los impulsos y las necesidades que sienten muchos viajeros. Como en estos dos párrafos memorables:
"Llevado por el ronroneo del motor y el desfile del paisaje, el flujo del viaje te atraviesa y te aclara la cabeza. Ideas que guardabas sin razón alguna te abandonan; otras, por el contrario, se acomodan y se hacen a ti como las piedras al lecho de un torrente. No hay ninguna necesidad de intervenir; la carretera hace tu trabajo. Nos gustaría que se extendiera así, dispensándonos sus buenos oficios, no sólo hasta el extremo de la India, sino mucho más lejos todavía, hasta la muerte.
A mi regreso, mucha gente que no se había movido de casa me decía que con un poco de fantasía y concentración también se puede viajar sin levantar el culo de la silla. Les creo. Son gente fuerte, pero yo no. Yo necesito demasiado ese complemento concreto que te da el desplazamiento en el espacio. Por otra parte, por suerte, el mundo se extiende para los débiles y les presta su apoyo, y en cuanto al mundo -como algunas noches en la carretera de Macedonia, con la luna a la izquierda, las aguas plateadas del Morava a la derecha, y la perspectiva de ir a buscar detrás del horizonte un pueblo en el que vivir durante las tres próximas semanas-, estoy muy contento de no poder vivir sin él".
13 comentarios:
Txirrindu, eres un crack. Date un golpe en el deltoides que desde aquí no llego. Muchas gracias por el enlace y por todo. Tendré que gastarme una pasta en libros como sigas descubriéndome gente tan apasionante.
Rayando ya en la idolatría, Paco, digamos que Bouvier podría ser un tipo que fue a tus clases y Theroux no.
Ander, Theroux tampoco fue a las tuyas.
Ayer comencé a recorer Siberia con Colin Thubron. Es el libro que encabeza la lista que nos entregaste en una de tus clases. En cuanto lo acabe iré a por Bouvier. Por cierto, ¿escalaste algo en Jaca?
Y Zorionak!
Iñaki Mak
Perdón por pasar del tema del blog hoy, Ander, pero no hay manera de pillarte en el móvil:
¡¡Muchas felicidades!!
"La actitud de superioridad avinagrada de Theroux produce unos párrafos tan impecables como mezquinos; la humildad alegre de Bouvier da unos párrafos brillantes y amables."
La verdad es que dan unas ganas terribles de leer el libro que recomiendas. De los primeros llevo conocido unos cuantos este comienzo de año. Voy a ver si leyendo el libro conozco a un par de los segundos y de paso me voy de viaje mental ;-)
Llevo tiempo detrás de ese libro y no hay manera de encontrarlo. ¿Alguien sabe cómo dar con él?
Nacho, es cierto: yo no he visto el libro por ningún lado. ¿Has probado con la editorial (Península)?
En Jaca, Imak, lo único que escalé fue las escaleras de la biblioteca municipal: calefacción, periódicos, internet. Un lujo.
Y gracias por las felicitaciones. Sí, ayer cumplí 32. Pasé medio día en la cueva de Mendukilo y en el nacedero de Aitzarrateta, en Aralar, grabando unas cositas con la tele, en uno de esos días de trabajo en los que cuesta distinguir si es una jornada laboral o una de paseo. Espero que el año venga plagado de días así.
Tengo los caminos del mundo, por consejo de Ander, lo encontre en Iberlibro (www.iberlibro.es) te mandan libros descatalogados... Solo que mi traduccion es tan mala que no lo saboreé tanto...si no lo consigues nacho me escribes y te lo regalo, no suelo acumular libros en mi piso de 30 m2 en madrid
Después de darme un garbeo por iberlibro, he llegado a dos conclusiones:
Uno: Los Bouvier de toda la vida son más numerosos que los Li de Pekín. Marge Simpson Bouvier y Nicolas no están solos.
Y dos: Si uno domina el francés, el italiano, el alemán o el arameo, lo tiene mucho más fácil para leer 'Los caminos del mundo'.
Muchas gracias por tu generosísima oferta, Arantxa. Vivo en La Rioja, así que, de momento, seguiré buscando. Aún así, no descartes que mi desesperación vaya en aumento y cualquier día de éstos te busque desesperado por La Cibeles hecho un Paco Martínez Soria de pacotilla.
PS: Felicidades, Ander
Así que los minipisos también son malos para la lectura, vayapordió.
Nacho, no te sitúo en mi nómina de amiguetes riojanos. He pasado bastante por allí en los últimos tiempos. ¿Nos conocemos?
momentito!!
He dicho que no suelo acumular libros, pero si leer.
Esto significa que los mini pisos si son buenos para la lectura: los libros se expanden por lo menos a una casa mas!
Coincidimos en clase en Pamplona, pero no tuvimos trato. He leído los tres libros que has escrito y supe de tu blog por alguna publicación de la universidad. Si haces otro pase de diapositivas en la Rioja, ya me presentaré por allí y sales de dudas.
Un saludo
Vaya, Nacho, qué misterio. Supongo que si te viera te reconocería, ¿no? A ver si coincidimos alguna vez en tu tierra. Un saludo.
Publicar un comentario