Caminando por los acantilados de Vestmannaeyjar, encontramos dos grandes secaderos. De los postes colgaban ristras de cabezas de bacalao, sólo cabezas, cientos, miles, decenas de miles de cabezas de bacalao. Nos metimos por los pasillos, entre las estructuras de madera. Las cabezas, ya apergaminadas, soltaban un hedor mareante. El viento las balanceaba y entrechocaban con un sonido acorchado.
En el pueblo preguntamos para qué secaban esas miles de cabezas de bacalao: "Para exportarlas a Nigeria. Allí son una delicatessen".
En el pueblo preguntamos para qué secaban esas miles de cabezas de bacalao: "Para exportarlas a Nigeria. Allí son una delicatessen".
6 comentarios:
Aqui en Pasajes y en general la gente del mar aprecia mucho las cabezas de bacalao, que preparan cocinadas con patata y una buena salsa.
Cuando llega nuestra Pareja, nos reparten algunas y especialmente los mayores, los jubilados.. se pegan por conseguirlas.
Sinceramente, yo siempre las he regalado.
Desde chico he visto abonar la tierra con ellas, y con pescados grandes también (sardinas, verdeles, etc...). Mi abuela, en cambio, con las cabezas de merluza y rape preparaba una sopa de pescado de chuparse los dedos. Dentro de poco me temo que nos comeremos hasta las espinas de los chicharros.
Amén.
Ya manda huevos que Nigeria, uno de los países africanos con mas petroleo, tenga que comerse las cabezas de pescado que Islandia no quiere!! si es que el mundo esta al reves!
Vaya viaje, no?
Arantxa
Cuentan de un sabio, que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que cogía.
«¿Habrá otro», entre sí decía,
«más pobre y triste que yo?»
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó.
Calderón de la Barca pone la teoría, Islandia la práctica. Jodé, menudo paisaje de cabezones de bacalao... pese al hedor, hubiese estado a gusto. Y unas fotillos entre bacalaos hubiesen caído, y lo sabes. jeje. No desaprovechan ni la raspa, ¡eh?
Es otro caso distinto, pero en el secadero yo me acordé de la película La pesadilla de Darwin, trrrremendo documental, con aquellas empresas europeas y rusas que se forraban exportando pescado del lago Victoria mientras los tanzanos se peleaban por las raspas.
Grandioso.
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