Del estupendo libro En los confines del mundo, de Lawrence Millman (Ediciones B, 1999).
Islandeses de hielo y fuego
"La isla confirmó inmediatamente mi fe en esa vieja idea de resonancias topográficas: eres el lugar en el que habitas. Los suizos son absolutamente cautos y actúan como si un paso en falso fuera a desprender sus clavijas de hierro forjado y enviarles a la muerte. Los australianos son secos, curtidos y algo lacónicos, como su propia tierra. En cuanto a los islandeses, parecían comportarse como su excéntrico montón de lava. Casi todos los que conocí, como corresponde a una isla que es hielo y fuego sucesivamente, parecían marchar a ritmo de un tambor claramente distinto. Había entre ellos pescadores que probaban el mar para saber si tenía peces; un labrador llamado Magnús que conocía a cada una de sus setecientas ovejas por su nombre; un sacerdote rural que utilizaba el patronímico islandés Jesús Josephsson como nombre de su Salvador; el bardo Sveinbjörn Beinteinsson, que entonaba el antiguo rimur con acompañamiento orquestal de piedra; y el espíritu de Mao Tse-Tung conjurado en una sesión espiritista en Kópavogur que hablaba en perfecto islandés y que lo justificó alegando que el islandés era el idioma del más allá".
El primer colono
"En el año 874, Ingólfur Árnarson se vio obligado a dejar su Noruega natal tras ser condenado por asesinato. Cuando vio una gran isla, echó los pilares de su silla al mar. Los pilares de las sillas tenían tallas mitológicas complejas y eran la pieza de mobiliario más importante del hogar vikingo. Donde el mar las depositaba en tierra era donde los dioses decretaban que uno debía instalarse. Muchos lugares espantosos de Islandia debieron de poblarse así (...). Ingólfur Árnarson levantó el primer hogar vikingo documentado de Islandia en Anarhóll. La ciudad honra a su padre fundador homicida con una estatua de semblante severo: el Ingólfur de bronce contempla el horizonte desde su pedestal como si buscara nuevos mundos que colonizar, nuevos hombres que matar".
Primeras leyes
"Otros siguieron el ejemplo de Ingólfur y así, en el año 950, los márgenes costeros de la isla eran muy apreciados por sus compatriotas, una raza irritable, solipsista incluso, un pueblo que parecía creer que las montañas grandes hacían excelentes vecinos, y los fiordos anchos, aún mejores. La república que crearon era una buena combinación de igualdad y crueldad. Por un lado, fue sede del primer parlamento democrático del mundo, el Althing, creado en el año 930; por otro, aquellos primeros demócratas acostumbraban a conservar la cabeza de los enemigos y portarla consigo para alardear. La ley prohibía la pena capital, pero las venganzas familiares, de magnitudes casi genocidas (como la de la Saga de Njall) eran completamente legales. Floreció la literatura. Es decir, la literatura mayor; se imponían multas severísimas a los que perpetraban poemas amorosos".
1 comentario:
Sin duda, Islandia es un bloque de hielo con legados que erizan la piel -pero de terror-. Mejor cuida tu espalda, estimado aventurero.
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