Foto: cena en casa de Antón, el último ballenero vasco, en Reikiavik. Para el picoteo: ballena cruda en salsa de soja.
Una cordillera de 18.000 kilómetros atraviesa el fondo del Atlántico de norte a sur, una cicatriz que divide la placa tectónica americana y la euroasiática y que se agita con una actividad sísmica brutal. A fuerza de terremotos y erupciones, algunos puntos de la cordillera se elevaron hasta emerger de las aguas. Por ejemplo, Islandia, que brotó del mar hace muy pocos millones de anyos. Su paisaje todavía sigue modelándose con explosiones, desplomes, coladas de lava, afloramientos de montanyas y de islotes... Ayer, durante nuestro primer día en la isla, descubrimos que muchos rincones Reikiavik desprenden un olorcillo a huevos podridos por las aguas sulfurosas con que calientan la ciudad. Parece mentira que un país tan nuevo ya huela a caducado.
Encontramos en Islandia una abrumadora concentración de chalados por kilómetro cuadrado. Un italiano que va a cruzar esquiando el glaciar Vatnajökull ida y vuelta (300 kilómetros por el glaciar más extenso de Europa); un suizo que salió pedaleando de su casa, acaba de cruzar Islandia y espera un barco mercante que le lleve a Canadá para cruzar aquel país de costa a costa; un santanderino que suenya con irse a alguna aldea de la costa islandesa (porque, al parecer, en esos pueblecitos de mil habitantes hay mucho trabajo y mucho dinero para quien quiera descargar pescado y muy poca competencia sexual para un moreno ávido de rubias ávidas).
En este primer día comimos paella en casa del cocinero basauritarra Miguel, su esposa Lorena y su hija Estrella Björt ("luminosa"). Cenamos ballena cruda con salsa de soja y dos gotas de limón en casa de Antón, un donostiarra de 64 anyos que es un fenómeno de la naturaleza, una especie de constante erupción islandesa en el cuerpo de un vasco silvestre. Trabajó como biólogo en medio mundo, descubrió especies de cangrejos caribenyos que llevan su nombre, trabajó cinco anyos en el departamento de crustáceos del British Museum, ahora caza ballenas en Islandia (las que corresponden al cupo de caza por motivos científicos: nueve rorcuales el anyo pasado), nunca compra carne (tiene un arcón congelador lleno de perdices nivales, frailecillos, alcas y todo tipo de preciosos pajarracos árticos), está empenyado en unir las mitologías vasca y escandinava (de Thor a Aitor sólo hay un paso) y le gustaría hallar los restos de Martín Villafranca y los otros 30 balleneros vascos asesinados en los fiordos islandeses en el siglo XVI (la mayor masacre en la historia del país).
Entre la comida y la cena, entre la paella y la ballena, en el puerto de Reikaivik visitamos a Suso, un gallego risuenyo de Portonovo, 67 anyos, que lleva los últimos 9 navegando por todo el mundo con un velerito de ocho metros de eslora, para disgusto de su mujer, sus hijos y sus nietos. Ahora lleva dos meses fuera de casa: salió de Galicia, cruzó entre Irlanda y Gran Bretanya, acaba de llegar a Islandia y pretende navegar hasta Groenlandia con su cáscara de nuez. Y luego... luego espera navegar un anyo más. O dos. O quizá tres. "Es que cada día vivo más contento", dice.
Fotos: 1) Suso en su velero. 2) Y en el interior del velero: Antón, el último ballenero vasco; Suso; Josu; la hija islandesa de Antón (cuyo nombre no soy capaz de transcribir, lo siento): el novio de la hija; y servidor.
13 comentarios:
¿A qué sabe la ballena?
La última foto es preciosa; la primera también, pero la segunda me encanta.
Sueño con retirarme como Suso, creo que lo conseguiré.
¿La ballena?
¿No es puro cinismo eso de la caza científica?
De seguir así pronto comeremos chanquete gracias a su pesca científica.
Emocionante lo del último ballenero vasco. ¿Contarás más algún día?
darle un abrazo de mi parte al ballenero, eh?
me muero de envidiaaaaaaaaaa
Un abrazo a la ballena.
Como te los estás pasando...
Estamos en el aeropuerto de Reikiavik. Dentro de dos horas salimos para Groenlandia. POr suerte hace un día soleado y con poco viento, porque los vuelos suelen ser... entretenidillos.
A la vuelta, con calma, contaremos más cosas sobre el último ballenero vasco y todo lo demás. (Sobre la caza científica de ballenas: todos los anyos llegan 10.000 ballenas a Islandia y no cazan más que 30).
Saludos a todos.
Al lado de las delicatessen de ballena, ¿está el machete para filetearla?
¡Qué envidia! Lo que daría por esta chalado...
Andër, tan donostiarra tú, acostumbrado a las portátiles anchoas...
Doy el perfil para ser de allí.
Envidia de viaje.
Lástima que no consiga de esa ballena por aquí, pero tengo salsa de soja. Gracias por las delicias. ¡A disfrutar!
¡Y luego me pones morros cuando vamos al chino...!
Detalles de tooodo el viaje pero especialmente ¡¡de la ballena cruda con salsa de soja!!
Hacía muuuucho tiempo que no te mandaba un abrazo.
Ahí te va, maestro.
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