miércoles, 30 de abril de 2008

Tras las tripas de Martín Villafranca


No tenemos mal plan para este domingo: nos han invitado a comer paella en Reikiavik. Si todo va bien, dentro de cuatro días Josu, Dani y yo estaremos zampando el arroz preparado por un cocinero basauritarra en la capital de Islandia (en realidad, el invitado es Josu; Dani y yo seremos los agregados). Al día siguiente volaremos a la costa oriental de Groenlandia, donde queremos pasar una semana enredando un poco en las casas, las escuelas y los senderos de Ammasalik y Kulusuk, el pueblo que veis en la imagen (el autor de la foto es Nick Rusill). Si el tiempo no lo impide, el 12 de mayo regresaremos a Reikiavik y durante un par de semanas daremos una vuelta a Islandia con unos cuantos propósitos juliovernescos.

Para darle un poco de contexto y de empaque a la paella del domingo, recordemos la curiosa tradición de encuentros entre islandeses y vascos. En el siglo XVI, todos los años llegaba una flota de balleneros vascos a los fiordos occidentales de Islandia. Parece que se estableció una relación buena y duradera entre los marinos y los nativos, porque llegó a crearse un rudimentario idioma vasco-islandés (lo que los expertos llaman un pidgin: una lengua franca, un chapurreo que incluía términos islandeses, vascos, ingleses y franceses).

Alguien escribió en el siglo XVII dos glosarios que recogen 745 palabras de ese idioma vasco-islandés: es el primer diccionario de una lengua viva en la historia de Islandia. Muchos de los términos en euskera pertenecen al dialecto labortano. De ahí se deduce que los balleneros debían de proceder del puerto de San Juan de Luz.

En los glosarios se recogen cientos de palabras sueltas como schularua (del vasco eskularrua: guante), eskora (aizkora: hacha) o unat (hunat!: ¡ven aquí!), y un buen número de frases:

Christ Maria presenta for mi balia, for mi presenta for ju bustana: Si Cristo y María me dan una ballena, para mí la ballena y para ti la cola.

Zer travala for ju: ¿en qué trabajas?

Y otras con las que se podría ensamblar algún diálogo:

Fenicha for ju: follar contigo.
Sumbatt galsardia for?: ¿por cuántos calcetines?
For ju mala gisunna: eres un hombre malo.
Gianzu caca: (en euskera: jan ezazu kaka; en castellano: vete a comer mierda).

Ya se ve que las relaciones no siempre fueron armoniosas. El peor conflicto estalló en 1615, cuando los islandeses asesinaron a unos 50 vascos. En aquella época, Islandia era una colonia danesa y el rey controlaba todos los tratos comerciales de la isla. No se podía vender ni comprar nada fuera del monopolio real. Sin embargo, los vascos pagaban directamente a los islandeses por el derecho a cazar ballenas en sus aguas y por el derecho a desembarcar en tierra firme para descuartizarlas y fundir la grasa. Además, les compraban y vendían mercancías de contrabando. El rey danés, mosqueado, promulgó un decreto según el cual los islandeses tenían barra libre para apropiarse de los barcos vascos e incluso matar a sus tripulantes, a quienes acusaba de estafadores.

Ese año sólo tres balleneros vascos faenaron en aguas islandesas, con unos 90 marineros. En la última noche de la campaña, cuando los galeones ya estaban cargados hasta los topes con cientos de barriles de aceite de ballena (cada barril valía el equivalente a 5.000 euros), los vascos celebraron una cena en la orilla del fiordo de Reykjafjordur. Entonces estalló una tormenta y el oleaje empujó un enorme iceberg contra los barcos: dos se hundieron y el otro quedó inutilizado. Los vascos rescataron algunas chalupas y con ellas salieron del fiordo, por miedo a que los islandeses aprovecharan el desastre para atacarles. Un grupo se instaló en un islote, para levantar un campamento invernal, y otro grupo salió a recorrer la costa en busca de algún barco que pudiera sacarles de allí.

Unos días más tarde, los refugiados en el islote remaron hasta una aldea costera, la atacaron y robaron provisiones. El gobernador local organizó una partida de guerra. Acorralaron a los vascos, mataron a casi todos, y entonces el capitán Martín de Villafranca, donostiarra, intentó negociar la rendición con un sacerdote que venía con los islandeses. Mientras parlamentaban en latín, un islandés se acercó corriendo a Villafranca y le dio un hachazo. El capitán se giró en el último momento y recibió el corte en el hombro. Echó a correr hacia el mar y trató de escaparse nadando, pero los islandeses le lanzaron una lluvia de pedradas. Uno de los pedruscos le abrió la cabeza. Lo agarraron, aún con vida, lo arrastraron hasta la orilla y lo trocearon a conciencia. Después mataron a los demás vascos. Juntaron los cuerpos, los desnudaron, les sacaron las tripas, los subieron a un acantilado y los lanzaron al mar.

Y con esos antecedentes nos vamos a Islandia, confiando en que el recibimiento a los vascos haya mejorado un poco en estos últimos cuatro siglos.

PD: Los vascos que salieron a buscar algún barco consiguieron salvarse: cuando se enteraron de la masacre, robaron una nave inglesa y huyeron de Islandia. En el relato he seguido los textos de Manuel Velasco.

lunes, 28 de abril de 2008

Rutger Cañizhauer


"He visto penaltis que no creeríais. He visto a Albelda y Angulo correteando sin peto más allá de Orión. He visto cómo expulsaban a Zubizarreta cerca de la portería de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como un frasco de colonia que se rompe contra mi pie".

sábado, 26 de abril de 2008

Los pequeños guardianes del mundo (3): Javier Etxepare


Entre las hayas aparece una hondonada de barro negro, encharcado, revuelto, de unos cuatro metros de largo por dos de ancho. En la parte más baja hay una pequeña base de cemento, con una tubería de la que no mana agua. “¡Ya me han fastidiado la fuente los jabalís!”, dice Javier Etxepare Mendigaldu. “Vienen a esta charca a bañarse, se revuelcan y a veces me mueven la tubería. Voy a tener que fijarla mejor. Ya tengo trabajo para esta semana”.

Javier, 68 años, suele venir al bosque con azada, hoz, paleta, tuberías y algo de cemento. No es que nadie vaya a pasar sed si no arregla esa fuente, porque en los alrededores hay bastantes más. Le pregunto cuántas ha hecho en esta ladera norte del monte Eskamelo (Álava). Se para un momento, las va contando entre dientes, una a una, y responde: “Diecisiete”. Diecisiete fuentes en esta pequeña zona de la Sierra de Cantabria-Toloño. Alrededor de doscientas en toda Álava y en la sierra navarra de Codés. Y no sólo las construye, también las mantiene.

Todo empezó hace una quincena de años, cuando andaba a la paloma con sus compañeros cazadores. Iban sedientos por el monte y encontraron tres charcas de las que apenas se podía beber. Javier les hizo una promesa: “¡La próxima vez que vengáis aquí tendréis una fuente!”. Y así es la gente de palabra: la empeña en un compromiso noble -incluso evangélico: dar de beber al sediento- y la mantiene para el resto de sus días.

(...)

Javier camina a buen ritmo, con un bastón y una hoz. Otros días suele acompañarle su perra, una setter que ya está mayor: “Tiene doce años y el día que se fastidie me va a traer muchas lágrimas”, dice. “Hace poco vimos unos corzos y la perra se quedó quieta, mirándolos un buen rato, cómo disfrutó”. Sin dejar de andar en ningún momento, cada pocos metros Javier se agacha y da un golpe de hoz a alguna zarza que se asoma al camino. O aparta alguna piedra. De vez en cuando sale del sendero y nos metemos por la ladera en busca de alguna fuente. Algunas están visibles y próximas al camino, otras quedan bastante ocultas. “Los paseantes no las encuentran, porque no salen de la pista, pero los cazadores y los buscadores de setas ya saben dónde están, y menudo gusto, cuando se han dado la soba y tienen un chorro tan bueno para beber”. Javier se agacha junto a la fuente y siega la vegetación que ha ido creciendo en el entorno. Luego, con la punta de la hoz, rasca el interior de la tubería para limpiarla de musgos y tierrillas.

(...)

“La verdad es que las fuentes están bonitas, así, rústicas, y es un gusto venir al monte y beber unos tragos de agua tan rica. Además, el agua que corre nunca es mala. Alguna vez la he llevado a analizar a un laboratorio y me han dicho que es excelente. Hay quien se queja, oye, Etxepare, que ayer bebí de tal fuente y me ha dado dolor de tripas. Pero eso es porque aquí el agua sale helada, y si vas acalorado y bebes mucho, te hace daño. El agua fría hay que masticarla”.

Los cazadores y los vecinos le dan las gracias a menudo por su trabajo. Y también ha recibido reconocimientos oficiales. En Pipaón, pueblo al que llega una tubería con agua de cinco fuentes abiertas por Javier, el ayuntamiento le organizó un homenaje para agradecerle los trabajos que se toma en el cuidado del bosque. También le homenajearon los ayuntamientos de Lagrán y Peñacerrada. Le dieron comidas y placas, pero Javier no es hombre de muchos discursos. “A los del pueblo sólo les dije una cosa: cuidad el agua, que es oro. Cuando no esté yo para hacer las fuentes, entonces ya veréis”. Se lo piensa un momento y añade: “Bueno, qué narices, cuando yo no esté ya saldrá otro loco a cuidarlas”.

***
El reportaje completo se publicó en El Diario Vasco y El Correo en el pasado verano.

jueves, 24 de abril de 2008

Con tu propia exuberancia

"La tienda de campaña es un invento prodigioso que te permite calentar las cuatro paredes de tu refugio utilizando el propio cuerpo, que es bastante barato (...). Trata de calentar tu refugio (sea una chabola de papel embreado, un piso o un castillo a la orilla del Loira) únicamente con tu propia exuberancia. Y trata de doblar esa chabola de papel, el piso o el castillo del Loira y echártelo a la espalda (...). ¿Qué es una casa, de todos modos? Sólo un lugar en el que no tienes que tomar los alimentos con un palo".

Lawrence Millman, En los confines del mundo. Por el Atlántico Norte, siguiendo la ruta de los vikingos.

Inquietud

Ando con bastante jaleo estos días, rematando trabajos para hacer pronto la mochila y subir 22 grados de latitud, y he descubierto un fenómeno inquietante: cuanto menos escribo, más visitas recibe el blog. Glup.

Nadie se lo había pedido nunca


Mi hermano Julen me pasa esta noticia sobre el último mohicano.

La foto, publicada en El Diario Vasco, es de Elisa Belauntzaran.

miércoles, 23 de abril de 2008

Noches silvestres

Tengo un criterio para medir si un año ha sido mejor o peor: el número de noches dormidas en tienda de campaña, en la furgoneta o al raso. Cuantas más noches silvestres, mejor año.

Fotos: 1) Despertar en Vespaña, en aquel gran 2006 con más de cuarenta acampadas. 2) Desayuno bufet en la furgoneta, hace un par de semanas.

Este año promete veinte o treinta acampadas como mínimo. Buena señal.




viernes, 18 de abril de 2008

Más apuntes para la whiskipedia

Amortizar: dibujar con tiza corazoncitos atravesados por flechas.
Carcajada: señora anticuada y gastada que sin embargo no para de reírse.
Exegeta o exégeta: persona que interpreta textos con todo el morro.
Eximio: antiguo mono ilustre.
Extinto: vino agotado.
Flatulento: persona que suelta gases despacito.
Flaturrápido: uf.
Francotirador: valga la redundancia.
Gravamen: impuesto a los hombres que trituran piedra.
Planetario: cuerpo celeste habitado por nazis.
Terremoto: infusión lejana y temblorosa.

miércoles, 16 de abril de 2008

Jubilación ("viva alegría, júbilo")


Comida en Tolosa anteayer. En el lado izquierdo, Aitor Elduaien, Josu Iztueta y Agustín Egurrola. En el lado derecho, mi plato de petit choux bañados en chocolate, Ramón Olasagasti y Loli Etxetxipia.

Agustín tiene 74 años y dentro de poco viajará a Praga. Desde allí caminará hasta la orilla del mar en Polonia, en la segunda parte de su viaje a pie por el centro de Europa (del Adriático al Báltico).

Agustín es de Etxebarri (Vizcaya) pero vive desde los 31 años en Sheffield (Inglaterra), donde se casó y tuvo dos hijos. Ha recorrido todo el mundo caminando, pedaleando o viajando con un burro. Le gusta dormir al aire libre o en su tienda de campaña. Todas las noches escribe los detalles de sus viajes, luego fotocopia y encuaderna esos diarios y los regala a los amigos. Algunos de sus títulos: España y Portugal, a golpe de pedal y Sudamérica en bici. Viajes de un jubilado.

Cuando se jubiló, decidió recorrer los cinco continentes a pie o en bici.

Con 66 años pedaleó por Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina y Uruguay.
Con 70 años cruzó Canadá en bici durante tres meses.
Con 71 años cruzó Australia en bici durante seis meses.
Con 72 años viajó desde Sudáfrica hasta Egipto, a pie y en transporte público.
Con 73 años pedaleó por Turquía, Irán, Pakistán y China.
Con 74 años está atravesando el centro de Europa a pie, del Adriático al Báltico.

Dice que la Antartida no, que es muy friolero.


Estos días anda visitando a sus amigos por el País Vasco. Después de la comida en Tolosa, le acerqué en furgoneta hasta Donosti. Allí quería coger el tren para acercarse a Orio y visitar a no sé quién, pero como hacía muy buena tarde, me pidió que no le dejara en la estación sino cerca del mar: quería recorrer el Paseo Nuevo antes de irse a Orio. Después de la visita en Orio, planeaba ir en tren a Billabona y caminar cinco kilómetros hasta Asteasu, donde iba a cenar en casa de unos amigos.

Antes, en la furgoneta, me había contado su pena: que empezó muy tarde con los grandes viajes. Y a Josu y a mí nos hizo un encargo: junto al lago islandés de Myvatn, en la cumbre de una montaña con forma de pirámide, dejó hace cuarenta años un frasco de cristal con un mensaje. Nos pidió que lo buscáramos. Un encargo así hay que cumplirlo. O al menos intentarlo.

(Aquí van unas imágenes. Pinchad y se ampliarán. En la primera, fotos de los pedaleos de Agustín por China, cuando tenía 73 años. En la segunda, uno de los mapas que dibuja; en este caso, el de su viaje por Australia. En la tercera, fragmento de una de las fotocopias que Agustín reparte, a propósito de la vida sencilla).








martes, 15 de abril de 2008

Me encantan estas geotonterías

43 países no tienen salida al océano. 41 de ellos limitan con al menos un país que sí tiene salida al océano. Sólo hay dos que están completamente rodeados por países que tampoco tienen salida al océano (es decir: sus habitantes deben cruzar dos fronteras para llegar a un país con costa oceánica). A saber...

lunes, 14 de abril de 2008

Xoldokogaina


También me gustan los montes sosos. Los que no seducen a nadie, los que nunca escogeríamos para una excursión mañanera, los que no tienen leyendas ni tradiciones ni romerías ni ermitas, los que no presentan formas atractivas ni siluetas identificables, los que no pasan de ser una joroba anónima en el relieve.

Josema llevaba un par de meses obsesionado con una montañita redondeada que se ve desde la frontera de Behobia, justo al otro lado del Bidasoa, encima del pueblecito de Biriatou. Veíamos esa colina fea y pelada desde Jaizkibel, desde Hondarribia, desde Gaintxurizketa, y siempre decíamos: oye, pues es bastante grande, cómo se llamará, por dónde se subirá. Lo descubrimos en el mapa: Xoldokogaina, 486 metros. Que no son muchos metros, vale, pero es la última montaña del Pirineo antes de que la cordillera desaparezca bajo el Atlántico. O la primera que emerge. No es poco.

Este domingo fuimos en moto a Biriatou y echamos a andar hacia Xoldokogaina. Lo bueno de los montes sosos es que las expectativas son mínimas. Cuando bajábamos de regreso a la moto, después de un paseo relajadísimo de un par de horas, Josema preguntó: ¿nos ha dado lo que esperábamos? Respuesta simultánea: ¡mucho más!

En las laderas de Xoldokogaina vimos un potrillo recién nacido, tambaleante, y a la yegua con las patas traseras y la cola aún teñidas de sangre reciente y reluciente. Gracias al fuerte viento en contra, sorprendimos entre argomas a un par de perdices -si nuestra ignorancia ornitológica no nos confunde- que primero corretearon nerviosas hasta otra zona de arbustos y al final echaron a volar con un aleteo estruendoso. Y desde la amplia meseta de la cumbre vimos desde la infinita línea arenosa de las Landas hasta el lejano Udalaitz, en la muga con Vizcaya -qué minúsculo es el paisito-; y a nuestros pies, una panorámica Google Earth de la costa labortana, los últimos meandros del Bidasoa antes de desembocar en la bahía de Txingudi, las ciudades de Hondarribia, Irún y Hendaia, el gran lomo de saurio del monte Jaizkibel... No es mucho. Pero ya estamos pensando en el siguiente monte fácil, cercano y soso. ¿Onddi, Urdaburu, Igoin, Txoritokieta?

sábado, 12 de abril de 2008

Palabring

El otro día, a propósito de los concursantes televisivos y sus poderosos lacrimales, se me escapó la palabra casting. Según la Academia, debe escribirse castin. Y mira que es fácil decir selección. Pero da mucho gustito usar el gerundio inglés, aunque sea de chiripalo, como ¡puenting! Ay, puenting, puenting, puenting, repetidlo y veréis qué risa. No veo por qué deberían extrañarnos nuevos términos como meriending o huevofriting, si ha colado puenting.

Discutí con un editor, aunque ya sabía que era una batalla perdida, porque a un futuro libro lo llamaremos Trekking por la costa vasca. Yo decía que trekking sólo era caminar y que no había fórmula más sencilla y más clara que A pie por la costa vasca o La costa vasca a pie. Por lo visto, si titulas a pie, vendes menos libros. Supongo que habrá posibles compradores que consideren que ir a pie es una cosa pasada de moda, algo que sólo hacen los jubilados que van con zapatillas de casa y un transistor pegado a la oreja. Sin embargo, hacer un trekking es para gente activa, deportista, moderna, tapiocas que lucen el icono de la ballena terranovense -el Lacoste vasconavarro, que yo también luzco en una mochila-, que visten goretex, usan bastones telescópicos y no recorren un paisaje sino que lo exploran. Pues sí, seguro que hay gente que compra un libro si se titula trekking y que no lo compra si se titula a pie. Pero no os preocupéis y comprad el libro: el trekking por la costa vasca se puede hacer a pie.

Si trekking es la aventura de caminar; puenting, la aventura de saltar por un puente; rafting, la aventura de bajar en canoa por un río; y si ing es la aventura de invertir los ahorros en una cuenta bien remunerada, casting podría ser la aventura de abstenerse de todo goce sexual (un deporte extremo que evidentemente no forma parte de la oferta turística del Périgord, que tiene la osadía de anunciarse como "país del foie").

Después de tanta tontería y recordando aquel primer y ya lejano apunte, creo que deberíamos seguir completando la Whiskipedia. Además de casting, propongo dos términos para la N:

Noriega: dictador panameño al que se le marchitaban las plantas.
Noruega: reino europeo que nunca suplica.

Vale. Ya he cubierto el cupo de tonterías por minuto cuadrado.

viernes, 11 de abril de 2008

Nuestro hombre en China


Ayer entrevistaron en El Diario Vasco a Zigor Aldama, periodista especializado en Asia y afincado en China, que hoy dará una conferencia en San Sebastián. Entre otras cosas, decía esto:

"Vemos el desarrollo de China como un fenómeno que nos afecta, como una amenaza, equivocadamente. En el Aula de Cultura DV voy a proponer una visita a fábricas de China. Yo estuve en una en la que estaban fabricando corazoncitos de peluche con la frase Te amo en castellano. Hay que ver cómo trabajan 12, 14, 16 horas por 80 o 100 euros al mes para que aquí la gente pueda comprar un regalito el día de San Valentín. Ese peluche vale en origen 11 céntimos de euro. Los que se enriquecen son fundamentalmente las empresas de aquí. Con la globalización nos estamos comiendo a nosotros mismos".

La conferencia la organiza El Diario Vasco, se titula "Radiografía de las mil Chinas (por qué China provoca tanto miedo)" y será a las 20.00 en el salón de actos de Kutxa (calle Andía, San Sebastián). A mí me toca presentar a Zigor.

Pues empecemos a presentarlo: ya os hablé de él y de sus reportajes chinos aquí (aunque entonces tuvimos que recurrir a un seudónimo), y os recomiendo que de vez en cuando visitéis su página, en la que cuelga los reportajes que va publicando en distintos medios. El último habla del tren transtibetano.

(La foto la he sacado de El Diario Vasco).

jueves, 10 de abril de 2008

Paseo por Leitzarán

Hace unos días hablábamos de Xabier Cabezón, uno de los pequeños guardianes del mundo, y sus treinta años de pesquisas por los rincones más remotos del Leitzarán. Aquí está el paseo fugaz que enseñamos en la tele, con algunos de los viejos tesoros del valle. Las explicaciones las dio su hijo Unai.

martes, 8 de abril de 2008

Llorones

En la Patagonia, dos hombres compiten por ver quién es más rápido cortando un tronco en vertical. Son participantes de un concurso televisivo de supervivencia y el perdedor tendrá que marcharse a casa. Uno de ellos, un cincuentón fibroso y hábil, toma ventaja rápidamente. Su rival es joven y parece mucho más fuerte, pero usa muy mal el hacha y avanza muy despacio. Cuando el cincuentón está terminando su trabajo, baja el ritmo y se dedica a animar a su rival, torpe y humillado, y le jalea con angustia, con mucho aspaviento, como si estuviera animando a un hijo que nada a punto de ahogarse. Después de un buen rato, el joven consigue cortar casi todo el tronco y entonces el cincuentón remata su tarea con una pequeña ventaja.

Se baja cada uno de su tronco. El joven perdedor está cabizbajo. El cincuentón ganador corre hacia él, le da un abrazo enorme, le da palmadas en los hombros, le dice que es un campeón, que se ha esforzado como un valiente y que él le quiere muchísimo, empieza a gimotear "lo siento, lo siento", y el perdedor acaba consolando al ganador, "no pasa nada, no pasa nada". La cámara se acerca al ganador, le preguntan qué tal ha ido la competición y el hombre rompe en sollozos. Mira al perdedor, se golpea el corazón con el puño para repetirle cuánto le quiere, empieza a explicar cómo ha ido la cosa entre temblores, tartamudeos y lagrimillas.

Pones la tele y los ganadores de los concursos lloran, los perdedores se abrazan como si un terremoto acabara de tragarse su casa con todos los familiares dentro, los entrenadores destituidos echan a temblar, se tapan la cara y lloriquean ante los micrófonos. Los seleccionados en un cásting saltan, chillan, lloran, proclaman sus intensísimos amores. Los goleadores corren hacia las cámaras y exhiben los lemas pintarrajeados en sus camisetas interiores o en sus espinilleras, bailan junto al banderín de córner, hacen gestos al público o a la directiva, se arrodillan y miran al cielo, se señalan su propio nombre grabado en la camiseta.

La 2 está emitiendo los sábados una serie sobre los grandes momentos de la historia de los Juegos Olímpicos. La he visto dos o tres veces y hay algo que me ha llamado la atención en las grandes finales de hace décadas: las celebraciones escuetas de los ganadores, ya sean atletas, gimnastas o jugadores de ping pong. El velocista cruza la meta en primer lugar, un instante explosivo que supone la cumbre de toda una vida, y apenas esboza una sonrisa leve, un saludo rápido con la mano, y enseguida se retira trotando, escondiéndose un poco, como si le diera apuro exhibir su gran victoria. No hay emociones disparadas, gestos sobreactuados, sentimentalismos empalagosos. Se percibe una alegría inmensa, pero contenida para no caer en el exhibicionismo.

En las fotos, los atletas etíopes Mammo Wolde y Abebe Bikila en el momento en que se proclamaron campeones olímpicos.


domingo, 6 de abril de 2008

Desguace cantábrico

Más historias sobre la fuerza del mar. Ayer recorrimos parte del litoral de Jaizkibel, desde Erentzin hasta Artzu, y bajo las praderas de Marla encontramos los restos del Maro. Este buque de 96 metros de eslora encalló el pasado 6 de marzo, en un día de calma chicha, y a los pocos días un temporal lo partió en varios pedazos. Aquí podéis ver el castillo de proa y el puente. Toda la parte central del buque está hundida (en la primera foto, justo detrás del castillo de proa, se puede intuir una franja rojiza que corresponde a uno de esos pedazos sumergidos).




En los últimas semanas alguna gente ha subido por su cuenta y riesgo a los restos del Maro para llevarse cables, piezas y chatarra. Ayer una cuadrilla de trabajadores se afanaba con tirolinas y un tractor para sacar los materiales contaminantes y los valiosos. El desguace completo va a ser una tarea de hormigas durante muchas semanas.

Un tal Manolocanada colgó en youtube este vídeo impresionante. A partir del minuto 1:20, el oleaje empieza a despedazar el buque como si fuera de barquillo.

jueves, 3 de abril de 2008

¡Ya vuelven!


En la noche del 12 al 13 de agosto de 1912 se formó una galerna brutal a cincuenta millas de la costa vizcaína, justo donde faenaba la mayor parte de la flota pesquera del territorio. El temporal mandó a pique diecisiete barcos y murieron 143 marineros, cuyos cuerpos jamás se encontraron. De esos 143 muertos, 116 eran de Bermeo.

Este conjunto de esculturas mira al mar desde el puerto de Bermeo. Representan a la mujer de un marinero, sus dos hijos y su padre (el abuelo), una de tantas familias que durante siglos vivieron oteando el mar con angustia. La escena no corresponde a esa terrible galerna de 1912, porque el conjunto se titula "Badatoz!" (¡Ya vienen!) y aquella vez no volvió nadie.

En esta foto no sale la abuela, que está sentada al lado del abuelo y se tapa la boca con la mano en un gesto de miedo contenido. No sale la abuela porque así pude pillar el gesto del fondo (pinchad y se ampliará). Es una foto con eco.

miércoles, 2 de abril de 2008

Desarzobispoconstantinopolizador

Dijo el desarzobispoconstantinopolizador que no, porque "no nos conduce a escenarios progresivos de normalización".

¡Escenarios progresivos de normalización, escenarios progresivos de normalización, escenarios progresivos de normalización, escenarios progresivos de normalización, escenarios progresivos de normalización!

Antaño el desarzobispoconstantinopolizador reclamaba dinámicas que superen el marco actual para construir nuevos escenarios.

O marcos que superen los escenarios actuales para construir nuevas dinámicas.

O escenarios que construyan dinámicas nuevas para superar los marcos actuales.

Ésta debe de ser la famosa hoja de ruta.

PD: Acabo de leer que el desarzobispoconstantinopolizador está "dispuesto a estudiar alternativas para trabajar progresivamente en pedagogía social y política para que se produzca una disección entre los votantes de ANV". Y descubro que la palabra clave es progresivamente. Hay que hacer las cosas progresivamente. Al final no es tan difícil.

martes, 1 de abril de 2008

Los pequeños guardianes del mundo (2): Josetxo Mayor


Josetxo es un jubilado donostiarra que lleva 21 años abriendo, limpiando y cuidando los caminos del monte Ulía. Sube todos los días del año, haga el tiempo que haga, salvo el primero de cada mes (porque ese día le toca cobrar la pensión). ¿Y el día de Navidad? ¿Tampoco perdona el día de Navidad? "Bueno, ese día no trabajo pero vengo a Ulía por lo menos a pasear. Y, hombre, mientras paseo se me ocurre alguna idea nueva”.

Aquí van algunos extractos del reportaje que publiqué el verano pasado en El Diario Vasco y El Correo.

"Josetxo Mayor conoce tan bien Ulía que se sabe hasta las biografías de los pedruscos. 'Mira, ¿ves esa piedra de ahí, la que está entre las zarzas? Antes estaba aquí, colocada en el camino, pero alguien la ha tirado. ¿Por qué harán esas cosas?'".

"También conoce la vida y milagros de cada árbol: 'Aquellos olmos estaban muy pochos, hasta que quité todas las zarzas de alrededor y hay que ver cómo crecen. Este abedul –pasa la mano por el tronco como si acariciara a un nieto- era un pirulí y mira qué hermoso se ha puesto'. Relata con detalle los avatares de los madroños y las hayas que plantó, de los pinos caídos, del roble maltratado por algún bestia, del sendero que tuvo que ensanchar para que los caminantes no pasaran tan cerca de un castaño y no se agarraran de sus ramas".

"Todo empezó con un ataque de pena. La pena de ver cerrados y abandonados casi todos los senderos que Josetxo, nacido en Zemoria, en las faldas del monte, recordaba de toda la vida. 'Hace veinte años la gente sólo paseaba por la parte alta de Ulía, por la carretera y por la pista que va a la antena, porque los caminos habían desaparecido. Yo llevaba tiempo sin venir, y cuando vine me dio una pena casi de llorar, me entraron ganas de empezar a quitar la maleza a mandobles'. Josetxo empezó a rumiar una idea. Y en la mañana del 16 de septiembre de 1986 se lanzó: 'No se me olvida esa mañana. Fui a la zona del caserío Barracas y me puse a abrir un camino. Pero con los dientes', se ríe. 'No llevaba ninguna herramienta, quité cuatro rastrojos a mano, y medio a escondidas por si venía algún dueño de los terrenos a preguntarme qué hacía. En esa primera mañana pensé: ‘a ver hasta dónde soy capaz de llegar’".

Veinte años después, ha sido capaz de abrir una red de senderos que comunica todas las zonas de Ulía. Gracias a Josetxo, el camino que viene del Faro de la Plata puede seguir por media ladera hasta la punta de Mompás, sin tener que desviarse a las carreteras de la zona alta de Ulía. Así se completó un precioso itinerario costero entre Pasaia y Donostia, señalizado con las marcas rojas y blancas del GR-121 (Gran Recorrido). Y también se pueden dar paseos breves por los caminitos que serpentean entre los bosques".

"Josetxo camina por sus dominios explicando la minúscula historia de cada arbusto, cada piedra y cada rincón. Nombra los árboles como si los saludara: álamos temblones, abedules, fresnos, robles, rebollos, pinos. Le gustan mucho los helechos reales, que en las zonas más sombrías flanquean el sendero con sus matas espesas y elegantes, y le maravillan los lirios del Pirineo, especie protegida que de tanto en tanto asoma entre los arbustos unos racimos de flores amarillas. Pronto aparecen los primeros escalones, construidos con grandes piedras que Josetxo trajo volteándolas desde las laderas cercanas. Cuando empezó la obra, la vaguada estaba cubierta de zarzas y de pinos caídos, él se abrió paso con la azada y la pala. Para salvar las hondonadas hizo levantes, amontonando tierra y revistiéndola después con losas; para suavizar las pendientes peligrosas –“esta bajada era un rascaculos”- construyó tramos amplios de escaleras".

"Josetxo habrá recorrido este tramo cientos de veces pero camina como si fuera la primera, en alerta constante, vigilando cada rincón, agachándose aquí y allá para recoger piedrecitas del camino y echarlas a un lado. No hay diez metros sin el recuerdo de un esfuerzo. '¿Ves esta roca grande? Llegaba hasta la mitad del camino, no dejaba sitio. Pues cogí el puntero y la maza y venga, tres mañanas seguidas masticando la piedra, hasta que le comí la mitad. Mira, mira las marcas del puntero en la roca. Y aquellas escaleras en zigzag las construí porque un día me dijeron que se habían caído dos personas. Tardé tres meses. El desmonte lo empecé en febrero de 2000, con la pala y la azada todo el día, cuánta agua me cayó y cuánto frío pasé'. De pronto, como si cayera en la cuenta de que está poniendo demasiado énfasis en los esfuerzos, explica: 'Aquí hay mucha fatiga y muchos sofocones. Pero juramentos, ni uno. Un voluntario no tiene derecho a decir juramentos. Si no quiere trabajar, que lo deje'."

"Termina el paseo. Me atrevo con la pregunta que me ronda desde hace un rato: 'Josetxo, dentro de treinta años ¿quién cuidará de todo esto?'. Se para, se gira con una sonrisa radiante y dice: '¡Pues yo mismo, hombre!'.

PD: En el reportaje completo se puede leer la historia de un hallazgo emocionante: durante sus trabajos, Josetxo desenterró por casualidad una calzada del siglo XIX. Unos años más tarde, un paseante anónimo colocó una placa en una de las rocas cercanas a la calzada para bautizar ese tramo: ahora se llama "Avenida Josetxo".

PD2: Josetxo Mayor recibió la medalla al mérito ciudadano de San Sebastián. Durante la celebración, sólo le pidió una cosa al alcalde: una desbrozadora mecánica.

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.